Sueños.
Muchos los que engañan a mi mente, demasiados como para no confundir la realidad con la fantasía. Y aunque sea difícil, he empezado a vivir al medio de aquellos dos mundos. Es una agridulce sensación en la que nos encontramos, no existes en mi realidad pero no dejas mi mano cuando Morfeo nos une en interminables delirios de mi inconsciente.
Despierta o no, tu siempre cumples mis sueños.
Con un beso, creaste la situación perfecta que tantas veces he imaginado en mis oscuras historias cibernéticas. Con un vestido, me has teletransportado al cielo más hermoso, aquel tan cercano a la locura, tan limitante con la obsesión frenética y agotadora.
Me has abrazado, imaginariamente, tantas veces que ya casi creo que esto es real; tan real y transparente que con el pasar de los días me convierto en alguien ciego que en su oscuridad ha encontrado una luz brillante. El problema es cuando vuelvo, cuando abro los ojos en mi oscuridad y noto que aquella luz está demasiado lejos como para poder alcanzarla.
Spica, mi estrella, estás lejos; y no es culpa de nadie, simplemente la constelación de virgo está demasiado alejada de mis manos: no te puedo tocar, pero a veces toco tu rostro y tú sonríes. Estrella brillante que entre trece personas has librado a este vacío y carente ser humano. Estrella única que se me escurre entre los dedos cuanto siento que se ha materializado. Estrella, la más brillante de mi constelación; estrella que se torna naranja cuando me roba una sonrisa, que nunca oscurece incluso cuando me consume la soledad. Estrella, mi estrella, mi princesa, tú.
Muchos los que engañan a mi mente, demasiados como para no confundir la realidad con la fantasía. Y aunque sea difícil, he empezado a vivir al medio de aquellos dos mundos. Es una agridulce sensación en la que nos encontramos, no existes en mi realidad pero no dejas mi mano cuando Morfeo nos une en interminables delirios de mi inconsciente.
Despierta o no, tu siempre cumples mis sueños.
Con un beso, creaste la situación perfecta que tantas veces he imaginado en mis oscuras historias cibernéticas. Con un vestido, me has teletransportado al cielo más hermoso, aquel tan cercano a la locura, tan limitante con la obsesión frenética y agotadora.
Me has abrazado, imaginariamente, tantas veces que ya casi creo que esto es real; tan real y transparente que con el pasar de los días me convierto en alguien ciego que en su oscuridad ha encontrado una luz brillante. El problema es cuando vuelvo, cuando abro los ojos en mi oscuridad y noto que aquella luz está demasiado lejos como para poder alcanzarla.
Spica, mi estrella, estás lejos; y no es culpa de nadie, simplemente la constelación de virgo está demasiado alejada de mis manos: no te puedo tocar, pero a veces toco tu rostro y tú sonríes. Estrella brillante que entre trece personas has librado a este vacío y carente ser humano. Estrella única que se me escurre entre los dedos cuanto siento que se ha materializado. Estrella, la más brillante de mi constelación; estrella que se torna naranja cuando me roba una sonrisa, que nunca oscurece incluso cuando me consume la soledad. Estrella, mi estrella, mi princesa, tú.
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