Titulo: Sex & Candy (AKA Sendy)
Capitulo: 06
Fandom: Super Junior, SHINee, TRAX
Parejas: Sichul / Varias
Clasificación: Angst / Au / Lemon
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.
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Capitulo 6:
Desde aquella vez no volvieron a tocar el tema de salir juntos, sin embargo, Wookie soñaba día y noche con aquella primera cita. Por el contrario, Yesung parecía estar como de costumbre. Leí un libro mientras comía unos chocolates sentado cerca de la ventana. No existía nada ni nadie más sexy para los ojos del pequeño que lo observaba embobado desde la mesa de la cocina. Y es que su cachetón tenía ese poder para hacer desaparecer todo a su alrededor, incluso la acción más simple era hermosa si la hacía Yesung.
De repente sus ojos fríos se posaron sobre las mejillas coloradas del más pequeño. Su mirada expresaba confusión pues no entendía que hacía en aquel lugar su mejor amigo. Ryeowook se levanto de la mesa inmediatamente, sintiendo mucha vergüenza, era más que obvio en cuanto a sus sentimientos; pese a esto el cachetón parecía no notarlo. Ni siquiera luego de aquella propuesta de salir. Las mejillas del cachetón también s pusieron coloradas al notar la escasa ropa que traía el otro. Un poco algo corto de color rojo, su color favorito, y unos pantalones cortos que le quedaban sobre las rodillas del mismo color. Parecía que Ryeo se había vestido para provocarlo. Sonrió algo malicioso pensando en todas las cosas que podría hacerle. Pero algo detuvo sus pensamientos, su mejor amigo iba en serio cuando dijo lo de salir juntos. Eso, por más que intentaba ignorarlo, era un hecho real y concreto que debía pensar bien pues quería mucho a Wookie, pero no sabía si realmente le gustaba. Volvió a su lectura indiferente intentando despejar su mente pues se le mezclaba el sentimiento con las ideas sucias de otra parte de su cuerpo. Cómo evitar el cabello mojado sobre sus hombros, o aquellos labios finamente colorados por brillo labial. Estaba seguro que el responsable del brillo labial era Sungmin pero no le importaba; cualquier consejo que le diera ese chico lolita, su Ryewookie, haría sin detenerse a pensarlo, definitivamente no podría contra aquel conejo pervertido.
De rato en rato detenía su lectura para mirar al otro que continuaba ensimismado mirándolo desde el otro lado de la habitación. Pese a que parecía acoso no se sentía incomodo en lo absoluto, es más adoraba que lo mire esa forma. De repente aquella canción de las pussycat dolls interrumpió sus miradas. Era el ringtone de Ryowook. Contestó de un salto, era uno de sus amiguitos, lo llamaban pues era hora de ir a ensayar sus bailes femeninos diarios. Con la mano se expidió para salir corriendo hacia el departamento de Sungmin pero Yesung se apresuró a detenerlo. No podía salir vestido de esa manera, aunque no lo supiera, Wookie podía ser muy sensual y demasiado provocativo con esas ropas.
-No vayas- dijo algo avergonzado, intentando comprender porqué no quería que otros le vieran vestido de esa manera. El chico frágil lo miro asustado, temía de que el otro se sintiera enfermo o quizás molesto-No vayas.- sujetando fuertemente el brazo del otro.
-Sungsung... ¿Qué sucede?-preguntó intrigado-¿Estás enojado?- mirando las manos del otro que empezaban a dolerle-Me duele...-dijo casi en un susurro sin siquiera intentar soltarse. Le dolía pero el gustaba tener ese contacto físico con su mejor amigo.
-Wook...-suspiró intentando calmarse- Salgamos... tengamos nuestra primera cita hoy...-se apresuró a decir en medio de su pánico. En sí no quería ni salir pues sentía unos celos irremediables, quería quedarse en casa con el para evitar que cualquier otro se atreva a mirar lo que era suyo. Las mejillas del otro ardieron ante las palabras del cachetón y sus ojos brillaron como nunca antes-Vamos al cine...- dijo una vez más antes de que el otro sonría muy feliz.
-Déjame hacer una llamada, le diré a los chicos que no iré hoy... luego necesito una hora para alistarme...- Ryeowook estaba a punto de morirse, justo el día en el que no se había hecho el facial lo invita a salir. Que terrible se sentía.
-Pero, ¿No ibas a salir con ellos? Estás bien así...- dijo Yesung soltándolo- estás bien así...
-Una cosa es ir donde mis amigos en estas fachas y otra muy distinta es ir a una cita contigo... solo una hora...- haciendo un puchero a lo que el otro asintió con la cabeza para volver a sentarse en el sofá- No me tardo, lo prometo.- dijo antes de entrar a su habitación.
Una vez dentro de la habitación Ryeowook se llevó las manos hacia el rostro, estaba entrando en pánico sin siquiera empezar a pensar qué ponerse. Llamó desesperado a Sungminie que le aconsejo que use rosa para la primera cita además de mucho labial de cereza, que a él le había funcionado muy bien. Tras colgar, el pequeño continuó en pánico, sabía que Yesung odiaba el rosa gracias a Sungminie, así que volvió a llamar a otro de sus amigos; alguien que ya tenía novio que de seguro le ayudaría más que el conejo. Llamó a Teukie pues Heechul estaba perdido en algún lugar. Este le recomendó usar el color favorito de su cita, Wookie se miró, estaba usando ya el color favorito de Yesung. Sonrió pícaro y continuó siguiendo las instrucciones de su amigo. Onduló un poco sus cabellos sin lograr hacerlos ver muy artificiales, colocó un poco de brillo labial sobre sus pequeños labios y delineó un poco sus rasgados ojos. Se colocó la colonia que le había regalado Yesung para su cumpleaños. Y de ropa se puso unos jeans algo pegados y un polo rojo con algunos diseños. Al salir de la habitación le agradeció a su amigo y colgó, no sin antes colocarse una casa del mismo color que su polo. Para cuando salió el cachetón dormía plácidamente en el sofá. Se veía tan cómodo que ni quiso despertarlo. Se sentó a su lado a esperar que despierte. Se había demorado dos horas y media, era demasiado tardón, se reprochó mentalmente. Pero en pocos minutos Yesung despertó cual gatito mimoso. Rascando un poco sus ojos para despejar su cansancio.
-Una hora...-dijo fingiendo molestia. El otro se apresuró a pedir disculpas pero se encontró con una gran sonrisa en los labios del cachetón: a Yesung le gustaba lo que estaba viendo.- Vamos...- le dijo tomándole de la mano y sin dejar que diga palabra alguna.
Una vez en el cine, algunas personas volteaban a ver a ese par de chicos lindos que caminaban conversando de cosas bastante triviales como el clima, la ropa y música; como si fuera la primera vez que hablaran. Varias chicas se les acercaron para invitarlos a tomar algo en los previos de la película, pero Yesung le tomó de la mano a su acompañante y siendo bastante cortés como frío les dijo que no interrumpan su primera cita. Wookie solo atinó a ponerse colorado de pies a cabeza ante la sinceridad del otro. Le costaba mucho ser así con las demás personas, sin embargo Yesung quería que todos supieran que el chico de al lado era de su propiedad. La película la eligió Wookie, era de esperarse que eligiera una para chicas, pero al cachetón pareció no importarle. Después de todo ya estaba acostumbrado a eso; lo había vivido con Heechul que toda la vida elegía dramas que lo terminaban haciendo llorar. Lo había vivido con Sungminie que siempre elegía comedias románticas o películas animadas de Disney. Una vez en los asientos, Yesung fue por las palomitas de maíz y las gaseosas. Se portó bastante galante con su cita. Para cuando apagaron las luces, Ryeo estaba bastante nervioso, no sabía ni cómo comportarse en una cita. En media película la manos de Yesung se colocó sobre la de Wookie, logrando ponerlo muy nervioso. Aquella caricia hizo que ambos sintieran que sus corazones estaban por estallar. Yesung miraba atento la película para aparentar sus nervios mientras que Ryeo no apartaba sus ojos de él. Inesperadamente Yesung volteó y le robó un beso rápido a su mejor amigo, pero no pudo escapar, pues el otro lo tomó del rostro y le hizo repetir aquella acción: quería estar seguro de que no era un sueño.
Luego de recibir aquella inesperada visita de aquel vecino nuevo, Jay Kim cerró la puerta y continuó en su penumbra esperando que la princesa vuelva. Caminó lentamente alrededor de uno de sus sofá, delineando lentamente con sus manos toda la superficie de este. Sintiendo su suavidad, buscando en aquel mueble un poco de la textura de la piel de su Rella. Lo extrañaba bastante, extrañaba aquellos días de colegio, aquellos días en los que nada importaba, tan solo el estar juntos; aquellos días en los que su corazón no dolía. Una vez que terminó con su inútil tarea de sentir, dejó que su cuerpo caiga lentamente. Sus cabellos se despeinaron levemente mientras se acomodaba en el sofá, tomó un cojín y lo abrazó fuertemente, oliéndolo un poco para percibir aquel aroma tan típico de Heechul. Cerró los ojos y dejó que sus recuerdos vuelvan a caminar entres sus pensamientos.
Aproximadamente a sus catorce años lo vio por primera vez, cuando este traía los cabellos largos que llegaban hasta sus hombros: generando una visión muy femenina, de no haber sido por el uniforme masculino pudo haber vivido su vida entera pensando que se trataba de la chica de sus sueños. Aquellos labios pequeños que creaban la sonrisa más perfecta que había visto en su vida y aquella mirada coqueta y ávida de diversión le hicieron olvidar por completo cualquier prejuicio: se había enamorado. Recordó que durante algunos meses intentó acercársele, siempre lo seguía disimuladamente: en la biblioteca, en la cafetería, en los baños y de nuevo en la biblioteca, en la cafetería y en los baños. Luego de un semestre su sueño se hizo realidad: los asignaron al mismo salón. Sintió que su corazón latía de sobremanera cuando estaba a punto de entrar al aula, esperando encontrarlo sentado frente a un ventana, como solía observarlo meses atrás. Pero aquel día no fue a clases, y al siguiente tampoco, y al siguiente que le seguía al siguiente tampoco. Pasó una semana y todas sus ilusiones se vinieron abajo.
Cuando pensaba que no lo volvería a ver, cuando sentía que su vida en el colegio era una estupidez, lo vio entrar por aquella puerta que tanto se había cansado de observar. Traía el uniforme que todos usaban, pero este se ceñía a su cuerpo de una forma perfecta; creando una especie de simetría casi fuera de este mundo, su piel pálida era cubierta por aquel hermoso saco azul oscuro que caía como una catarata celestial sobre una camisa blanca algo holgada y mal abotonada, la cual dejaba ver una camiseta rosa con algunos estampados en inglés. Su cabello estaba más corto que de costumbre y lucía muy bien peinado como si le hubiera tomado horas arreglarlo, sus labios brillaban un poco más que de costumbre y alrededor del su largo cuello colgaban unos audífonos que aún sonaban ruidosamente dentro del salón. Mientras caminaba elegantemente hacia su asiento todos los del salón lo miraban sorprendidos, como si un ángel hubiera entrado. Sus piernas largas se desplegaban de tal manera que el parecía caminar sobre nubes, moviendo sutilmente el pantalón escolar que terminaba en unas llamativas zapatillas rojas. Su mirada lucía un poco fría, como si estuviera muy acostumbrado a la sorpresa de los demás ante su belleza, pero sus ojos se quedaron fijos cuando pasó por el costado de aquel chico con pinta rocker. Aquel chico que no despegaba la mirada de su rostro, aquel chico que buscaba implorante una mirada suya. De repente una sonrisa apareció en los labios de este, a lo que el chico de los audífonos devolvió el gesto para luego sentarse detrás del nuevo.
Fue así como pasaron algunas semanas sin cruzar palabra alguna, tan solo anhelando cada mañana recibir una sonrisa de la princesa. Pese a que las personas le rodeaban, Heechul pasaba sus días solo, salvo escasas ocasiones en las que un chico chino de otro salón lo acompañaba a casa, o en la cafetería cuando se encontraba con un amigo, apodado Teukie, para almorzar. Sólo con ellos sonreía amable y esa escasa frialdad se borraba de sus ojos. Entonces sucedió algo inesperado, el chico chino dejó de ir a buscarlo a la hora de salida y debido a las actividades que demandaba el consejo estudiantil, Teukie no podía acompañarlo más a la hora de comer. Fue entonces que la soledad envolvió a aquel chiquillo de belleza sobrenatural. Su mirada descuidada e ignoraba a todos a su alrededor, como odiando a los demás por ser menos bellos que el. Un día en clase de dibujo, olvidó llevar sus materiales y esperando el castigo que le daría empezó a levantarse lentamente. En aquel colegió olvidar los materiales era castigado con golpes en las piernas delante de los demás compañeros. Pero antes de que llegue el profesor a sus asientos, Jay Kim volteó y le dio sus materiales, dejando petrificado al chico femenino. Como era de esperarse, Jay caminó hasta la pizarra esperando su castigo. Esa fue la primera vez que protegió a Heechul y no fue la ultima vez. Heechul nunca volvió a olvidar sus materiales y desde aquel día no pudo evitar fijarse en la existencia del otro.
De repente el sonido de las llaves hicieron que Jay salga de su ensoñación, Kim Heechul había llegado a su departamento; no distinguió bien que estaba ahí, debido a su muy mala vista, pero su olfato no le fallaba: era su querido Jay. No dijo palabra alguna solo se precipitó a abrazar al chico en el sofá. Lo había extrañado mucho.
El reloj marcaba una hora bastante avanzada en la fría noche. Kangin estaba sentado en la puerta de su departamento abrazando su cuerpo pues estaba solo en pantalones cortos y camiseta sin mangas. Moría de frío y de rabia, el castigo proporcionado por su novio era demasiado. Tocó la puerta una vez más para no recibir respuesta alguna del otro lado, tan solo escuchar unos sollozos, no comprendía que sucedía. Teukie estaba enojado desde días atrás pero no sabía el motivo en sí; pese a que le preguntó el otro solo le dijo que el culpable era el.
-Abre...- dijo molesto y triste- Abre, muero de frío...- Teukie solo golpeó la puerta de forma violenta- ¿Cómo se supone que sabré que sucede o qué te molesta si no me lo dices? Vamos... abre que los vecinos no tienen por qué ver nuestras peleas...- abrazando sus rodillas para esconder sus lágrimas-Abre...- solía ser bastante violento con las demás personas, incluso algunas veces pecaba de idiota pero con su ángel nunca era de esa manera. Siempre se comportaba mimoso y consentidor, llegando a soportar los caprichos más incomprensibles por parte del otro- Abre demonios...-dijo perdiendo un poco la compostura.-Abre...- siguió repitiendo hasta quedarse completamente dormido.
Dentro del departamento, Teukie estaba sentado en la misma posición, cubierto de lagrimas. ¿Cómo era posible que no supiera de sus errores? En aquel momento odiaba más que nunca a Kangin. No quería verlo, incluso si le dolía castigarlo de esa manera. Estaba cansado de aquella rutina que en un primer momento le gustaba y hacía sentir muy cómodo. Pero todo cansaba, y él ya estaba harto de que Kangin solo le diga palabras tiernas cuando se acostaban. El resto del día era algo lindo, pero no lo suficiente; además le desesperaba lo sobre protector que podía llegar a ser. Pese a que el también lo era, no rayaba en la locura como el otro. Había días en los que se sentía asfixiado por el cariño de su novio, como había días en los que moría por una mirada suya. Mirándolos desde fuera, eran una pareja perfecta, sin embargo habían muchos problemas que cada uno callaba por su lado. Al igual que el otro que se encontraba fuera, Leeteuk lloró hasta quedarse dormido.
Una nuevo día llegó y Sungmin casi muere del susto cuando encontró a Kangin durmiendo en al puerta de su departamento, fingió no verlo y siguió caminando hacia la terraza donde se encontró con el pequeño Henry. Le sonrió coquetamente mientras hablaban “lentamente” en coreano, luego escuchó que alguien más los saludaba, volteó sonriente a saludar, encontrándose con un joven que no había visto nunca. A pesar de esto, supo desde que lo vio que se trataba de “Mimi”. Le sonrió hipócritamente mientras este hablaba en chino con Henry. Lo odió desde que lo vio, pues sentía que era dueño de lo que él más deseaba tener: Kyuhyun. Henry sonrió atento y los presentó, la noche anterior lo había conocido accidentalmente, pues Zhou Mi no sabía en que departamento estaba su novio, así que sin pensarlo le preguntó a Henry dónde estaba. Debido a que habló rápido Henry pensó que hablaba en coreano y le contestó en chino, diciéndole que no le entendía. Ambos se echaron a reír al sentir que ninguno hablaba bien el idioma del país en el que vivían actualmente.
-Un gusto, Sungmin...-dijo el conejo haciendo una venia.
-Igualmente, soy Zhou Mi- respondió cortésmente el chico alto. Pese a que el otro lucía bastante amable, le tomó cierta antipatía, había algo en él que no le agradaba. Ambos sonrieron y conversaron sobre el edificio durante algunos minutos, para luego quedar en total mutismo. Henry se sintió incómodo y como ya había terminado de colgar la ropa de su compañero se despidió de ambos.
-Así que eres el novio de Kyu...-dijo Sungminie cruzándose de brazos- vaya... me sorprende... no pensé que fueras tan... alto
-Que raro... Kyu nunca me ha hablado de ti- sonriendo- eres bastante... pequeño...-dijo sarcásticamente- me despido, MI KYU, me espera... un gusto...-aquellas palabras posesivas le dolieron en lo más profundo al chico de rosa. Pero nada podía hacer, después de todo, el tercero en aquella historia era él.
Al bajar precipitadamente a su departamento, Henry empezó a ponerse algo nervioso. Hangeng le había pedido que se demore pues no quería verlo. Sus palabras dolían pero solo podía esforzarse al máximo para hacer sentir bien a quien le gustaba. Sin embargo, Hannie, no se le despegaba; llegando incluso a interferir con los planes de aquel viejo asqueroso que nunca podía estar cerca del menor. Eso era algo que le agradecía al cielo. Su querido Hannie, le había librado de aquel pederasta.
Entró con cierto temor al departamento, encontrándose con un Hannie que miraba aburrido el televisor. Cambiaba, desganado, los canales; parecía buscar algo que lo entretenga. Al escucharlo entrar volteó su mirada molesta. Le enojaba su presencia, peor nada podía hacer, no permitiría que ese chiquillo arruine su estabilidad familiar.
-Estoy aburrido...- dijo mirando al otro que se quedó estático en la puerta, como esperando permiso para entrar- entretenme...- Henry lo miró confundido, ¿Qué quería decir en sí? Se quedó en silencio, esperando alguna sugerencia del otro.- No olvides que mi padre paga este departamento, de modo que debes obedecerme... digo que me entretengas...
-No sé cómo...- respondió tímido- ¿Quieres que haga malabares?- Hannie se levantó del suelo y caminó rápidamente hacia el otro. Desafiándolo con la mirada.- ¿Hangeng?
-Quizás tu solo sabes hacer esto...- aprisionando al menor entre sus brazos y la puerta. Hannie deslizó sus manos inquietas por aquel delgado cuerpo. Sin recibir negativa alguna. Henry estaba dispuesto a entregarle su cuerpo si eso era lo que deseaba el otro.-Ya veo... te gustan mis caricias...-dijo robándole unos cortos suspiros. Estaba bastante decepcionado, no pensó que Henry fuera tan fácil. Pese a que le enojaba de sobre manera, también le dolía por alguna razón; quizás porque empezaba a sentirse muy atraído por Henry- ¿Quieres que continúe?- le susurró al oído.
-Si eso te hace sentir mejor... solo hazlo...- respondió Henry quedándose estático ante las manos torpes del otro.
Fue así como Hangeng, empezó a desabotonar aquella camiseta de mangas largas, dejando a su deleite la pálida piel del cachetón. Besó suavemente el cuello de este, sintiendo aquel sabor tan nuevo para el. Luego tomó de las manos del otro y las guió hacia su cintura, indicándole lo que debía hacer. Las caricias de ambos eran torpes pero bastante delicadas y tiernas. Henry buscó los labios de Hannie, pero este le dijo que sus labios le pertenecían a otra persona. Aquellas palabras dolieron, pero no se detuvo. Continuó dejándose llevar por el mayor. Luego descendió a su pantalón, abriéndolo lentamente para dejar que su boca se apodere de aquella parte tan intima del más pequeño. Este mordía su labio inferior reprimiendo sus gritos de placer, reprimiendo las incontenibles ganas de gritar el nombre de quien le proporcionaba algo tan maravilloso como doloroso. Luego las caricias los guiaron hasta la habitación del mayor, en la cual este recostó con cierta delicadeza al otro y empezó a deshacerse de la poca ropa que quedaba en ambos. Henry no tenía mucha experiencia, pero al parecer Hannie tampoco así que juntos aprendieron cómo “entretenerse”. Las frías manos de Henry arañaron un poco las espalda de Hannie cuando este empezó a embestirlo con cierto descuido, logrando arrancarle algunas lagrimas de dolor. Tras algunos minutos el dolor desapareció por completo y se convirtió en una adictiva sensación. El corazón de Henry latía fuertemente, mientras en silencio le rogaba al cielo que su acompañante le regale una palabra romántica, sin embargo, no sucedió. El corazón de Hannie, sorpresivamente, también latía acelerado; pese a que lo hacía por herirlo, se sentía bien y deseaba demasiado probar aquellos labios que minutos atrás rechazó. De repente las caricias pararon y Hannie se alejó rápidamente del pequeño, sin siquiera terminar lo que habían empezado.
-No puedo...- dijo con desprecio- me das demasiado asco... ¿Qué no ves que te odio? Cómo demonios te voy a hacer el amor si sé que te acuestas con mi padre... – dicho esto los ojos e Henry se abrieron de par en par. Nunca en su vida se sintió tan sucio, tan mal, tan usado. El motivo le rechazo de quien amaba era aquel viejo asqueroso. Hannie le decía que lo odiaba y que sentía asco: eso dolía mucho más.
-Puedo explicarlo...- se apresuró a decir en forma de suplica- Por favor no me odies... yo, tu padre... solo fue una vez... sé que no existe excusa que no repare lo que viste aquel día...- intentando acercase al mayor, intentando tocar sus manos para evitar que se vaya- Hannie mi padre me dio como pago de su deuda... ese pago era acostarme con tu...- Henry no pudo continuar pues Hannie le tiró una cachetada
-No vuelvas a decir que mi padre es de ese tipo de persona... ¿Cómo has hecho que el se vuelva así? ¿Cómo lo has seducido? Sabes que mi madre sufre demasiado por tu culpa... mi madre llora la frialdad de mi padre desde que tu te acuestas con el... una sola vez... ¿Pretendes que te crea...? si ni te negaste a mis caricias e insinuaciones, eso me ha demostrado que eres un fácil...
-Lo siento...- dijo bajando al cabeza y aceptando su derrota: no había forma de que el otro entre en razón. Además que lo odie no era tan malo después de todo, pues así le evitaba a su querido Hannie el odiar a su propio padre. Sentimiento que el conocía muy bien, pues nunca pudo perdonar a su padre después que lo vendió.- ódiame si te hace sentir mejor, usa mi cuerpo si eso remedia tu dolor... golpéame si lo deseas...- dijo cubriendo su rostro- Lo siento... si tan solo te hubiera conocido antes... sé que esto no sería así...
-Si te hubiera conocido antes...- dijo terminando de colocarse los pantalones y jalando de la silla su camisa- me largo, no me esperes... no pienso volver...
Continuará...
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Capitulo 6:
Desde aquella vez no volvieron a tocar el tema de salir juntos, sin embargo, Wookie soñaba día y noche con aquella primera cita. Por el contrario, Yesung parecía estar como de costumbre. Leí un libro mientras comía unos chocolates sentado cerca de la ventana. No existía nada ni nadie más sexy para los ojos del pequeño que lo observaba embobado desde la mesa de la cocina. Y es que su cachetón tenía ese poder para hacer desaparecer todo a su alrededor, incluso la acción más simple era hermosa si la hacía Yesung.
De repente sus ojos fríos se posaron sobre las mejillas coloradas del más pequeño. Su mirada expresaba confusión pues no entendía que hacía en aquel lugar su mejor amigo. Ryeowook se levanto de la mesa inmediatamente, sintiendo mucha vergüenza, era más que obvio en cuanto a sus sentimientos; pese a esto el cachetón parecía no notarlo. Ni siquiera luego de aquella propuesta de salir. Las mejillas del cachetón también s pusieron coloradas al notar la escasa ropa que traía el otro. Un poco algo corto de color rojo, su color favorito, y unos pantalones cortos que le quedaban sobre las rodillas del mismo color. Parecía que Ryeo se había vestido para provocarlo. Sonrió algo malicioso pensando en todas las cosas que podría hacerle. Pero algo detuvo sus pensamientos, su mejor amigo iba en serio cuando dijo lo de salir juntos. Eso, por más que intentaba ignorarlo, era un hecho real y concreto que debía pensar bien pues quería mucho a Wookie, pero no sabía si realmente le gustaba. Volvió a su lectura indiferente intentando despejar su mente pues se le mezclaba el sentimiento con las ideas sucias de otra parte de su cuerpo. Cómo evitar el cabello mojado sobre sus hombros, o aquellos labios finamente colorados por brillo labial. Estaba seguro que el responsable del brillo labial era Sungmin pero no le importaba; cualquier consejo que le diera ese chico lolita, su Ryewookie, haría sin detenerse a pensarlo, definitivamente no podría contra aquel conejo pervertido.
De rato en rato detenía su lectura para mirar al otro que continuaba ensimismado mirándolo desde el otro lado de la habitación. Pese a que parecía acoso no se sentía incomodo en lo absoluto, es más adoraba que lo mire esa forma. De repente aquella canción de las pussycat dolls interrumpió sus miradas. Era el ringtone de Ryowook. Contestó de un salto, era uno de sus amiguitos, lo llamaban pues era hora de ir a ensayar sus bailes femeninos diarios. Con la mano se expidió para salir corriendo hacia el departamento de Sungmin pero Yesung se apresuró a detenerlo. No podía salir vestido de esa manera, aunque no lo supiera, Wookie podía ser muy sensual y demasiado provocativo con esas ropas.
-No vayas- dijo algo avergonzado, intentando comprender porqué no quería que otros le vieran vestido de esa manera. El chico frágil lo miro asustado, temía de que el otro se sintiera enfermo o quizás molesto-No vayas.- sujetando fuertemente el brazo del otro.
-Sungsung... ¿Qué sucede?-preguntó intrigado-¿Estás enojado?- mirando las manos del otro que empezaban a dolerle-Me duele...-dijo casi en un susurro sin siquiera intentar soltarse. Le dolía pero el gustaba tener ese contacto físico con su mejor amigo.
-Wook...-suspiró intentando calmarse- Salgamos... tengamos nuestra primera cita hoy...-se apresuró a decir en medio de su pánico. En sí no quería ni salir pues sentía unos celos irremediables, quería quedarse en casa con el para evitar que cualquier otro se atreva a mirar lo que era suyo. Las mejillas del otro ardieron ante las palabras del cachetón y sus ojos brillaron como nunca antes-Vamos al cine...- dijo una vez más antes de que el otro sonría muy feliz.
-Déjame hacer una llamada, le diré a los chicos que no iré hoy... luego necesito una hora para alistarme...- Ryeowook estaba a punto de morirse, justo el día en el que no se había hecho el facial lo invita a salir. Que terrible se sentía.
-Pero, ¿No ibas a salir con ellos? Estás bien así...- dijo Yesung soltándolo- estás bien así...
-Una cosa es ir donde mis amigos en estas fachas y otra muy distinta es ir a una cita contigo... solo una hora...- haciendo un puchero a lo que el otro asintió con la cabeza para volver a sentarse en el sofá- No me tardo, lo prometo.- dijo antes de entrar a su habitación.
Una vez dentro de la habitación Ryeowook se llevó las manos hacia el rostro, estaba entrando en pánico sin siquiera empezar a pensar qué ponerse. Llamó desesperado a Sungminie que le aconsejo que use rosa para la primera cita además de mucho labial de cereza, que a él le había funcionado muy bien. Tras colgar, el pequeño continuó en pánico, sabía que Yesung odiaba el rosa gracias a Sungminie, así que volvió a llamar a otro de sus amigos; alguien que ya tenía novio que de seguro le ayudaría más que el conejo. Llamó a Teukie pues Heechul estaba perdido en algún lugar. Este le recomendó usar el color favorito de su cita, Wookie se miró, estaba usando ya el color favorito de Yesung. Sonrió pícaro y continuó siguiendo las instrucciones de su amigo. Onduló un poco sus cabellos sin lograr hacerlos ver muy artificiales, colocó un poco de brillo labial sobre sus pequeños labios y delineó un poco sus rasgados ojos. Se colocó la colonia que le había regalado Yesung para su cumpleaños. Y de ropa se puso unos jeans algo pegados y un polo rojo con algunos diseños. Al salir de la habitación le agradeció a su amigo y colgó, no sin antes colocarse una casa del mismo color que su polo. Para cuando salió el cachetón dormía plácidamente en el sofá. Se veía tan cómodo que ni quiso despertarlo. Se sentó a su lado a esperar que despierte. Se había demorado dos horas y media, era demasiado tardón, se reprochó mentalmente. Pero en pocos minutos Yesung despertó cual gatito mimoso. Rascando un poco sus ojos para despejar su cansancio.
-Una hora...-dijo fingiendo molestia. El otro se apresuró a pedir disculpas pero se encontró con una gran sonrisa en los labios del cachetón: a Yesung le gustaba lo que estaba viendo.- Vamos...- le dijo tomándole de la mano y sin dejar que diga palabra alguna.
Una vez en el cine, algunas personas volteaban a ver a ese par de chicos lindos que caminaban conversando de cosas bastante triviales como el clima, la ropa y música; como si fuera la primera vez que hablaran. Varias chicas se les acercaron para invitarlos a tomar algo en los previos de la película, pero Yesung le tomó de la mano a su acompañante y siendo bastante cortés como frío les dijo que no interrumpan su primera cita. Wookie solo atinó a ponerse colorado de pies a cabeza ante la sinceridad del otro. Le costaba mucho ser así con las demás personas, sin embargo Yesung quería que todos supieran que el chico de al lado era de su propiedad. La película la eligió Wookie, era de esperarse que eligiera una para chicas, pero al cachetón pareció no importarle. Después de todo ya estaba acostumbrado a eso; lo había vivido con Heechul que toda la vida elegía dramas que lo terminaban haciendo llorar. Lo había vivido con Sungminie que siempre elegía comedias románticas o películas animadas de Disney. Una vez en los asientos, Yesung fue por las palomitas de maíz y las gaseosas. Se portó bastante galante con su cita. Para cuando apagaron las luces, Ryeo estaba bastante nervioso, no sabía ni cómo comportarse en una cita. En media película la manos de Yesung se colocó sobre la de Wookie, logrando ponerlo muy nervioso. Aquella caricia hizo que ambos sintieran que sus corazones estaban por estallar. Yesung miraba atento la película para aparentar sus nervios mientras que Ryeo no apartaba sus ojos de él. Inesperadamente Yesung volteó y le robó un beso rápido a su mejor amigo, pero no pudo escapar, pues el otro lo tomó del rostro y le hizo repetir aquella acción: quería estar seguro de que no era un sueño.
Luego de recibir aquella inesperada visita de aquel vecino nuevo, Jay Kim cerró la puerta y continuó en su penumbra esperando que la princesa vuelva. Caminó lentamente alrededor de uno de sus sofá, delineando lentamente con sus manos toda la superficie de este. Sintiendo su suavidad, buscando en aquel mueble un poco de la textura de la piel de su Rella. Lo extrañaba bastante, extrañaba aquellos días de colegio, aquellos días en los que nada importaba, tan solo el estar juntos; aquellos días en los que su corazón no dolía. Una vez que terminó con su inútil tarea de sentir, dejó que su cuerpo caiga lentamente. Sus cabellos se despeinaron levemente mientras se acomodaba en el sofá, tomó un cojín y lo abrazó fuertemente, oliéndolo un poco para percibir aquel aroma tan típico de Heechul. Cerró los ojos y dejó que sus recuerdos vuelvan a caminar entres sus pensamientos.
Aproximadamente a sus catorce años lo vio por primera vez, cuando este traía los cabellos largos que llegaban hasta sus hombros: generando una visión muy femenina, de no haber sido por el uniforme masculino pudo haber vivido su vida entera pensando que se trataba de la chica de sus sueños. Aquellos labios pequeños que creaban la sonrisa más perfecta que había visto en su vida y aquella mirada coqueta y ávida de diversión le hicieron olvidar por completo cualquier prejuicio: se había enamorado. Recordó que durante algunos meses intentó acercársele, siempre lo seguía disimuladamente: en la biblioteca, en la cafetería, en los baños y de nuevo en la biblioteca, en la cafetería y en los baños. Luego de un semestre su sueño se hizo realidad: los asignaron al mismo salón. Sintió que su corazón latía de sobremanera cuando estaba a punto de entrar al aula, esperando encontrarlo sentado frente a un ventana, como solía observarlo meses atrás. Pero aquel día no fue a clases, y al siguiente tampoco, y al siguiente que le seguía al siguiente tampoco. Pasó una semana y todas sus ilusiones se vinieron abajo.
Cuando pensaba que no lo volvería a ver, cuando sentía que su vida en el colegio era una estupidez, lo vio entrar por aquella puerta que tanto se había cansado de observar. Traía el uniforme que todos usaban, pero este se ceñía a su cuerpo de una forma perfecta; creando una especie de simetría casi fuera de este mundo, su piel pálida era cubierta por aquel hermoso saco azul oscuro que caía como una catarata celestial sobre una camisa blanca algo holgada y mal abotonada, la cual dejaba ver una camiseta rosa con algunos estampados en inglés. Su cabello estaba más corto que de costumbre y lucía muy bien peinado como si le hubiera tomado horas arreglarlo, sus labios brillaban un poco más que de costumbre y alrededor del su largo cuello colgaban unos audífonos que aún sonaban ruidosamente dentro del salón. Mientras caminaba elegantemente hacia su asiento todos los del salón lo miraban sorprendidos, como si un ángel hubiera entrado. Sus piernas largas se desplegaban de tal manera que el parecía caminar sobre nubes, moviendo sutilmente el pantalón escolar que terminaba en unas llamativas zapatillas rojas. Su mirada lucía un poco fría, como si estuviera muy acostumbrado a la sorpresa de los demás ante su belleza, pero sus ojos se quedaron fijos cuando pasó por el costado de aquel chico con pinta rocker. Aquel chico que no despegaba la mirada de su rostro, aquel chico que buscaba implorante una mirada suya. De repente una sonrisa apareció en los labios de este, a lo que el chico de los audífonos devolvió el gesto para luego sentarse detrás del nuevo.
Fue así como pasaron algunas semanas sin cruzar palabra alguna, tan solo anhelando cada mañana recibir una sonrisa de la princesa. Pese a que las personas le rodeaban, Heechul pasaba sus días solo, salvo escasas ocasiones en las que un chico chino de otro salón lo acompañaba a casa, o en la cafetería cuando se encontraba con un amigo, apodado Teukie, para almorzar. Sólo con ellos sonreía amable y esa escasa frialdad se borraba de sus ojos. Entonces sucedió algo inesperado, el chico chino dejó de ir a buscarlo a la hora de salida y debido a las actividades que demandaba el consejo estudiantil, Teukie no podía acompañarlo más a la hora de comer. Fue entonces que la soledad envolvió a aquel chiquillo de belleza sobrenatural. Su mirada descuidada e ignoraba a todos a su alrededor, como odiando a los demás por ser menos bellos que el. Un día en clase de dibujo, olvidó llevar sus materiales y esperando el castigo que le daría empezó a levantarse lentamente. En aquel colegió olvidar los materiales era castigado con golpes en las piernas delante de los demás compañeros. Pero antes de que llegue el profesor a sus asientos, Jay Kim volteó y le dio sus materiales, dejando petrificado al chico femenino. Como era de esperarse, Jay caminó hasta la pizarra esperando su castigo. Esa fue la primera vez que protegió a Heechul y no fue la ultima vez. Heechul nunca volvió a olvidar sus materiales y desde aquel día no pudo evitar fijarse en la existencia del otro.
De repente el sonido de las llaves hicieron que Jay salga de su ensoñación, Kim Heechul había llegado a su departamento; no distinguió bien que estaba ahí, debido a su muy mala vista, pero su olfato no le fallaba: era su querido Jay. No dijo palabra alguna solo se precipitó a abrazar al chico en el sofá. Lo había extrañado mucho.
El reloj marcaba una hora bastante avanzada en la fría noche. Kangin estaba sentado en la puerta de su departamento abrazando su cuerpo pues estaba solo en pantalones cortos y camiseta sin mangas. Moría de frío y de rabia, el castigo proporcionado por su novio era demasiado. Tocó la puerta una vez más para no recibir respuesta alguna del otro lado, tan solo escuchar unos sollozos, no comprendía que sucedía. Teukie estaba enojado desde días atrás pero no sabía el motivo en sí; pese a que le preguntó el otro solo le dijo que el culpable era el.
-Abre...- dijo molesto y triste- Abre, muero de frío...- Teukie solo golpeó la puerta de forma violenta- ¿Cómo se supone que sabré que sucede o qué te molesta si no me lo dices? Vamos... abre que los vecinos no tienen por qué ver nuestras peleas...- abrazando sus rodillas para esconder sus lágrimas-Abre...- solía ser bastante violento con las demás personas, incluso algunas veces pecaba de idiota pero con su ángel nunca era de esa manera. Siempre se comportaba mimoso y consentidor, llegando a soportar los caprichos más incomprensibles por parte del otro- Abre demonios...-dijo perdiendo un poco la compostura.-Abre...- siguió repitiendo hasta quedarse completamente dormido.
Dentro del departamento, Teukie estaba sentado en la misma posición, cubierto de lagrimas. ¿Cómo era posible que no supiera de sus errores? En aquel momento odiaba más que nunca a Kangin. No quería verlo, incluso si le dolía castigarlo de esa manera. Estaba cansado de aquella rutina que en un primer momento le gustaba y hacía sentir muy cómodo. Pero todo cansaba, y él ya estaba harto de que Kangin solo le diga palabras tiernas cuando se acostaban. El resto del día era algo lindo, pero no lo suficiente; además le desesperaba lo sobre protector que podía llegar a ser. Pese a que el también lo era, no rayaba en la locura como el otro. Había días en los que se sentía asfixiado por el cariño de su novio, como había días en los que moría por una mirada suya. Mirándolos desde fuera, eran una pareja perfecta, sin embargo habían muchos problemas que cada uno callaba por su lado. Al igual que el otro que se encontraba fuera, Leeteuk lloró hasta quedarse dormido.
Una nuevo día llegó y Sungmin casi muere del susto cuando encontró a Kangin durmiendo en al puerta de su departamento, fingió no verlo y siguió caminando hacia la terraza donde se encontró con el pequeño Henry. Le sonrió coquetamente mientras hablaban “lentamente” en coreano, luego escuchó que alguien más los saludaba, volteó sonriente a saludar, encontrándose con un joven que no había visto nunca. A pesar de esto, supo desde que lo vio que se trataba de “Mimi”. Le sonrió hipócritamente mientras este hablaba en chino con Henry. Lo odió desde que lo vio, pues sentía que era dueño de lo que él más deseaba tener: Kyuhyun. Henry sonrió atento y los presentó, la noche anterior lo había conocido accidentalmente, pues Zhou Mi no sabía en que departamento estaba su novio, así que sin pensarlo le preguntó a Henry dónde estaba. Debido a que habló rápido Henry pensó que hablaba en coreano y le contestó en chino, diciéndole que no le entendía. Ambos se echaron a reír al sentir que ninguno hablaba bien el idioma del país en el que vivían actualmente.
-Un gusto, Sungmin...-dijo el conejo haciendo una venia.
-Igualmente, soy Zhou Mi- respondió cortésmente el chico alto. Pese a que el otro lucía bastante amable, le tomó cierta antipatía, había algo en él que no le agradaba. Ambos sonrieron y conversaron sobre el edificio durante algunos minutos, para luego quedar en total mutismo. Henry se sintió incómodo y como ya había terminado de colgar la ropa de su compañero se despidió de ambos.
-Así que eres el novio de Kyu...-dijo Sungminie cruzándose de brazos- vaya... me sorprende... no pensé que fueras tan... alto
-Que raro... Kyu nunca me ha hablado de ti- sonriendo- eres bastante... pequeño...-dijo sarcásticamente- me despido, MI KYU, me espera... un gusto...-aquellas palabras posesivas le dolieron en lo más profundo al chico de rosa. Pero nada podía hacer, después de todo, el tercero en aquella historia era él.
Al bajar precipitadamente a su departamento, Henry empezó a ponerse algo nervioso. Hangeng le había pedido que se demore pues no quería verlo. Sus palabras dolían pero solo podía esforzarse al máximo para hacer sentir bien a quien le gustaba. Sin embargo, Hannie, no se le despegaba; llegando incluso a interferir con los planes de aquel viejo asqueroso que nunca podía estar cerca del menor. Eso era algo que le agradecía al cielo. Su querido Hannie, le había librado de aquel pederasta.
Entró con cierto temor al departamento, encontrándose con un Hannie que miraba aburrido el televisor. Cambiaba, desganado, los canales; parecía buscar algo que lo entretenga. Al escucharlo entrar volteó su mirada molesta. Le enojaba su presencia, peor nada podía hacer, no permitiría que ese chiquillo arruine su estabilidad familiar.
-Estoy aburrido...- dijo mirando al otro que se quedó estático en la puerta, como esperando permiso para entrar- entretenme...- Henry lo miró confundido, ¿Qué quería decir en sí? Se quedó en silencio, esperando alguna sugerencia del otro.- No olvides que mi padre paga este departamento, de modo que debes obedecerme... digo que me entretengas...
-No sé cómo...- respondió tímido- ¿Quieres que haga malabares?- Hannie se levantó del suelo y caminó rápidamente hacia el otro. Desafiándolo con la mirada.- ¿Hangeng?
-Quizás tu solo sabes hacer esto...- aprisionando al menor entre sus brazos y la puerta. Hannie deslizó sus manos inquietas por aquel delgado cuerpo. Sin recibir negativa alguna. Henry estaba dispuesto a entregarle su cuerpo si eso era lo que deseaba el otro.-Ya veo... te gustan mis caricias...-dijo robándole unos cortos suspiros. Estaba bastante decepcionado, no pensó que Henry fuera tan fácil. Pese a que le enojaba de sobre manera, también le dolía por alguna razón; quizás porque empezaba a sentirse muy atraído por Henry- ¿Quieres que continúe?- le susurró al oído.
-Si eso te hace sentir mejor... solo hazlo...- respondió Henry quedándose estático ante las manos torpes del otro.
Fue así como Hangeng, empezó a desabotonar aquella camiseta de mangas largas, dejando a su deleite la pálida piel del cachetón. Besó suavemente el cuello de este, sintiendo aquel sabor tan nuevo para el. Luego tomó de las manos del otro y las guió hacia su cintura, indicándole lo que debía hacer. Las caricias de ambos eran torpes pero bastante delicadas y tiernas. Henry buscó los labios de Hannie, pero este le dijo que sus labios le pertenecían a otra persona. Aquellas palabras dolieron, pero no se detuvo. Continuó dejándose llevar por el mayor. Luego descendió a su pantalón, abriéndolo lentamente para dejar que su boca se apodere de aquella parte tan intima del más pequeño. Este mordía su labio inferior reprimiendo sus gritos de placer, reprimiendo las incontenibles ganas de gritar el nombre de quien le proporcionaba algo tan maravilloso como doloroso. Luego las caricias los guiaron hasta la habitación del mayor, en la cual este recostó con cierta delicadeza al otro y empezó a deshacerse de la poca ropa que quedaba en ambos. Henry no tenía mucha experiencia, pero al parecer Hannie tampoco así que juntos aprendieron cómo “entretenerse”. Las frías manos de Henry arañaron un poco las espalda de Hannie cuando este empezó a embestirlo con cierto descuido, logrando arrancarle algunas lagrimas de dolor. Tras algunos minutos el dolor desapareció por completo y se convirtió en una adictiva sensación. El corazón de Henry latía fuertemente, mientras en silencio le rogaba al cielo que su acompañante le regale una palabra romántica, sin embargo, no sucedió. El corazón de Hannie, sorpresivamente, también latía acelerado; pese a que lo hacía por herirlo, se sentía bien y deseaba demasiado probar aquellos labios que minutos atrás rechazó. De repente las caricias pararon y Hannie se alejó rápidamente del pequeño, sin siquiera terminar lo que habían empezado.
-No puedo...- dijo con desprecio- me das demasiado asco... ¿Qué no ves que te odio? Cómo demonios te voy a hacer el amor si sé que te acuestas con mi padre... – dicho esto los ojos e Henry se abrieron de par en par. Nunca en su vida se sintió tan sucio, tan mal, tan usado. El motivo le rechazo de quien amaba era aquel viejo asqueroso. Hannie le decía que lo odiaba y que sentía asco: eso dolía mucho más.
-Puedo explicarlo...- se apresuró a decir en forma de suplica- Por favor no me odies... yo, tu padre... solo fue una vez... sé que no existe excusa que no repare lo que viste aquel día...- intentando acercase al mayor, intentando tocar sus manos para evitar que se vaya- Hannie mi padre me dio como pago de su deuda... ese pago era acostarme con tu...- Henry no pudo continuar pues Hannie le tiró una cachetada
-No vuelvas a decir que mi padre es de ese tipo de persona... ¿Cómo has hecho que el se vuelva así? ¿Cómo lo has seducido? Sabes que mi madre sufre demasiado por tu culpa... mi madre llora la frialdad de mi padre desde que tu te acuestas con el... una sola vez... ¿Pretendes que te crea...? si ni te negaste a mis caricias e insinuaciones, eso me ha demostrado que eres un fácil...
-Lo siento...- dijo bajando al cabeza y aceptando su derrota: no había forma de que el otro entre en razón. Además que lo odie no era tan malo después de todo, pues así le evitaba a su querido Hannie el odiar a su propio padre. Sentimiento que el conocía muy bien, pues nunca pudo perdonar a su padre después que lo vendió.- ódiame si te hace sentir mejor, usa mi cuerpo si eso remedia tu dolor... golpéame si lo deseas...- dijo cubriendo su rostro- Lo siento... si tan solo te hubiera conocido antes... sé que esto no sería así...
-Si te hubiera conocido antes...- dijo terminando de colocarse los pantalones y jalando de la silla su camisa- me largo, no me esperes... no pienso volver...
Continuará...
T_________________T pobre de henry!!!! la verdad me agrada henry ... hasta en una situacion asi piensa en los sentimientos de hannie .. es un amor *O*
ResponderEliminarOdio a los padres!!!! T_____T
q pena q henry tenga q pagar todos los platos rotos¡¡¡¡¡¡ no es justo¡¡
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