26 jul 2010

Fanfic Serial: Monster Cap. 9

Autor: Kainet
Titulo: Monster - The dance of the shadows-
Capitulo 09: Fake.
Fandom: Super Junior
Parejas: Sichul / varias
Clasificación: Angst
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.

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Capitulo noveno: Fake.

¿Quién es ese que observo en aquella enorme pintura? ¿Por qué todos dicen que soy yo? ¿Por qué nadie puede ayudarme a salir de esta falsa máscara? Una vez más estoy en esta casa que fue mía durante mis primeros ocho años. Observo detenidamente aquel portarretrato familiar en el que plasmaron la hermosa sonrisa de mi madre, la felicidad de mi padre y mí perdida inocencia: hoy nada queda de eso. La sonrisa de ella se borró, cual suspiro efímero de mi mente; la felicidad de él se extinguió, cual mariposa cerca al fuego; y la inocencia de aquel niño que en algún momento fui yo, desapareció cual ceniza que el viento lleva. Puedo olerlo, puedo sentir el odio en su penetrante y distante mirada. En su porte rígido que nunca volvió a emitir sonrisa alguna, en su voz pasmada y melancólica que nunca volvió a generar mi nombre; en todo su ser surgió esa marca de animadversión hacia mi existencia y no lo culpo: yo sentiría lo mismo si él hubiese estado en mi lugar. Aunque lo niegue, yo siento su aborrecimiento. Me repudia, repudia mi ser, pero por sobre todas las cosas, mis manos, mis labios. Instrumentos de aniquilamiento que le dieron el mayor sufrimiento a su amada esposa. Aunque diga que está orgulloso de mi efectividad en ese momento, sé que me desprecia por haber seguido una orden de mis superiores: por no seguir mi propio criterio, por no revelarme, por ser tan cobarde como él. No, no me odia por ser yo, me odia porque soy como él. Yo, Hangeng, a mis ocho años, fui más asesino que hijo. La casa no es lo que fue, no se aproxima a lo brillante que pudo ser los primeros años de mi infancia. A la felicidad, que en algún momento, nos embargó. Hoy los pasillos lucen oscuros, acabados y muy viejos; tan viejos como su alma cansada de divagar en la eterna soledad. Ni siquiera el deshonroso suicidio lo llevaría a donde está ella. Él espera su muerte, puede ser mañana como dentro de otros cinco siglos. Incluso después de la regeneración de la carne y el cumplimiento de la profecía.

Wookie duerme en los brazos de Zhou Mi, con semblante calmado, solo él sabe lo mucho que le duele este don en pleno desarrollo: se extiende por su cerebro, lo destruye y le rompe la razón. Sólo su silencio puede contar las pesadillas confusas que su mente recibe. El más alto se queda detrás mío como esperando que le explique el por qué de la soledad de la mansión, él también guarda secretos incontables, inimaginables, él también tiene esta cruz que llevamos todos los descendientes de las rosas: la soledad eterna. -Así que esta es la casa de los médicos… siempre escuché hablar de ella pero nunca había venido.- Susurra. No le presto atención y continúo observando a mí alrededor. ¿Dónde está mi padre? ¿Y Mi maestro? Todo está tan silencioso. De las risas, que resonaron en algún momento, no queda nada. Absolutamente nada, solo la sombra de mi pasado glorioso y una opaca niebla que cubre con su recuerdo mi visión y la tranquilidad de mi padre.

Aún puedo recordar el olor a su perfume de rosas; sus cabellos negros, largos; su fina y delicada piel color nieve. Su voz suave y sus dedos finos al tocar el piano: perfecta combinación que generaban en una canción de cuna. Mamá, te extraño, tanto como mi padre, quizás más. Tus ojos pequeños y rasgados, cuanta ternura expresaban en aquel momento, no obstante, sé que sintieron pánico al verme dispuesto a arrebatarte la vida. Papá nunca volvió a ser el mismo, y yo tampoco. Nos quedamos solos en esta enorme casa y a pesar de que solo estuve unos meses tras la muerte de mi madre, él no volvió a quererme, él no pudo perdonarme mi lealtad a los Choi. Esa misma lealtad que me inculcó desde que nací. Esa que me dijo que era lo primero, padre no es que no me perdones, es que no te perdonas el no haber hecho nada para detener que la tragedia tiña de sangre nuestra familia. Es porque no me perdonas el haber nacido con la marca. De tus siete hermanos, el único descendiente que nació con la marca para ser guardián del señor Choi, fui yo. Desde que nací, tú ya sabías lo que iba a suceder a mis ocho años. Desde que nací, estuve condenado a hacer sufrir a quien amo. Ella, la única persona que nunca me trató como un elegido, ella que me amaba a mí y no a la huella del destino en mi espalda. Ella, mi madre, quien aceptó morir en mis manos, quien acepto su fatal destino con una sonrisa en los labios y palabras de amor.

-Te desprecio.- Sentenció Siwon mientras cacheteaba a Donghae, quien en silencio soportaba ser juzgado por su líder. -¿Amor?- preguntó en voz alta a lo que los pensamientos de Donghae le respondieron. La mirada de enojo de Siwon se tiño de carmesí más al sentir la presencia de su única debilidad volvió a ser el calmado líder de siempre. -Hablaremos luego, si das un paso fuera de esta habitación mi energía te desintegrará… y sabes que lo haré…- amenazó tras hacer explotar una copa de vino que estaba sobre la mesa de noche de aquella habitación. Donghae cayó sobre sus rodillas, con un nudo en la garganta y la sonrisa completamente deformada: incluso cuando se sentía morir, no podía dejar de sonreír, después de todo, esa siempre había sido su arma de autodefensa. Su líder no lo golpeaba, pero un simple reproche, una simple palabra bastaban para hacerlo desear morir en ese preciso instante. Estaba tan ensimismado que no alcanzó a escuchar los pensamientos de los demás. Por primera vez, desde que tuvo uso de razón, todo en su mente se quedó en completo silencio. Un silencio frío, vacío e hiriente. Un silencio blanco. No tenía idea de cómo resolver sus sentimientos, ya durante mucho los había dejado a la suerte. ¿Luchar? ¿Podría? ¿Buscarlo? ¿Dónde? Eran tantas preguntas ya casi no sentía su aroma, ese perfume de su piel estaba casi extinto como el rastro de los licántropos.

Una vez fuera, Siwon se encontró con Heechul quien simplemente lo tomó de la mano y lo jaló hacia un lado del pasillo. Su sonrisa estaba cambiada, se veía algo cínico. -Hazme tuyo…- susurró con lujuria a lo que el menor se sorprendió para luego seguir la orden. Se encaminaron a su habitación y una vez dentro empezaron a despojarse de sus ropas, cual humanos perdidos en su placer, ambos se encaminaron en un acto prohibido. El más alto besó la piel desnuda de su acompañante y tras devorar su cuello se dedicó a prepararlo para empezar a embestirlo. La voz del pelirrojo invadió la habitación y sus ojos, llenos de desenfreno empezaron, extrañamente, a llenarse de tristeza. Heechul se sentó sobre Siwon y uniéndose en un abrazo para soportar las embestidas, empezaron a moverse cual vals de despedida. Tristeza: sentimiento que Siwon sintió en el cuerpo del otro. -¿Qué intentas hacer?- cuestionó al empezar a sentirse débil: el mayor había conseguido, de alguna manera, obtener el mismo nivel de poder que Siwon. -Asesinarte…- respondió Heechul mientras dejaba de mover su cuerpo sobre el del menor. Sabía que ese día llegaría, pero no pensó que fuera a ser tan pronto. Siempre supo que el pelirrojo no lo amaba pero también era consciente de que no lo odiaba. Ahora comprendía su nueva técnica: acercarse, ganar poder y finalmente liquidarlo en un momento de debilidad. -Lo siento, te amo pero debo vengar a mi madre…- susurró tras apuñalar el abdomen del menor. No quiso quedarse a ver cómo moría el otro, era doloroso, muy doloroso. ¿Un vampiro podía morir así de fácil? No, no era cualquier puñal. Era un puñal creado con energía vital, uno capaz de destruir al heredero líder de los Choi. Apartó su cuerpo rápidamente, mientras los ojos de Siwon se llenaban de dolor y sus blancas sábanas, se teñían de la sangre élite de un heredero agonizante. -Yo te amo tanto…- susurró agonizante Siwon antes de ver desaparecer al otro por la ventana: quizás empezaba a ver delirios por su estado ya que creyó haber notado lágrimas en los ojos de su amado Heechul.

Ya ni iba a las clases vacacionales de Girasoles. Se la pasaba sentado frente al gran lago que le recordaba a Ryeowook, había pasado demasiado tiempo y ya ni sabía de él. Quizás era lo mejor. Estaba perdido en sus pensamientos cuando sintió los pasos cercanos de alguien. Volteó asustado para encontrarse con unos ojos fieros, que en la oscuridad brillaron cual fuego. -¿Yesung?- susurró aquel ser espigado, delgado y que nunca le había dirigido la palabra. -¿Quién eres?- preguntó analizando bien la figura que empezaba a mostrarse frente a sus ojos. -Eunhyuk…- se presentó con una venia y luego se acercó rápidamente mientras el otro se levantaba para responder a aquella presentación. Sus miradas se encontraron en un remolino de sentimientos, donde prevalecía el odio. El vampiro sonrió fríamente mientras el otro esperaba palabra alguna que explique aquel acercamiento: estaba prohibido, el menos eso decía en el reglamento de la escuela. -¿Conociste a Ryeowook, verdad?- cuestionó mientras el otro fijaba sus ojos en un punto fijo, ¿Qué si lo conoció? No sabía cómo responder esa pregunta: una parte de él sentía que sí, pero la otra se decía a sí misma que todo había sido un engaño.

-Quiero explicarte algunas cosas. A cambio necesito información de uno de tus compañeros.- ofreció Hyuk al desesperarse ante el silencio del cachetón.
-¿Quieres negociar? –El otro asintió con la cabeza.- Tú tienes más poder que yo ¿Por qué necesitar información que yo pueda conseguir?
-Me han prohibido el paso a los Girasoles, luego de una pelea con un alumno de ese internado…- explicó- necesito que te filtres en los registros académicos y me consigas información de ese alumno. A cambió te informaré y explicaré muchas cosas de Ryeowook.- Hyuk se cruzó de brazos algo ansioso, aquel chico era bastante desesperante, pensaba demasiado las cosas.
-Está bien.- Sonrió Yesung para luego estirar su mano, Hyuk imitó dicha acción y ambos formaron una alianza nueva. Pero el encuentro se vio interrumpido, al escuchar ambos la voz de Heechul, quien llamaba a Yesung. Hyuk desapareció tan rápido como llegó y a los segundos el cachetón se encontró con el pelirrojo. -¿Está herido?- preguntó intrigado al notar que las ropas del otro estaban ensangrentadas- ¿Heechul?- insistió al notar que los ojos de este estaban perdidos, en blanco, como si estuviera en shock. Luego de unos minutos en total mutismo el mayor se desvaneció sobre los brazos del humano.- Heechul… Heechul…- Yesung pensó en llamar a alguien pero su amigo ya no era un Girasol, si lo descubrían ahí probablemente, ambos tendrían problemas. Lo alzó en brazos y lentamente lo llevó hasta su habitación: ahí lo cuidaría, era lo mejor.

-Mi Señor… mi Señor…- entró alarmado Sungmin a la habitación de su líder- yo sentí tu dolor… corrí. Mi Señor, resiste… mi señor…- El niño de uniforme rosa se apresuró a llamar a todos. Entre los cuales Teukie y Kangin se desesperaron por buscar cura a esa herida letal.
-Debes generar energía… primo…- susurró Leeteuk acercándose derrotado al ver a su líder desangrarse.- Primo…- acarició el rostro hermoso y pálido de su líder, secó sus lágrimas, sabía que esa herida no le dolía en absoluto, le dolía el saber quien lo había hecho.- Resiste… por favor.
-¿Quién le ha hecho esto a mi Siwon?- chilló el inspector desde la puerta- Tío… Tío… debes curarlo, solo tú puedes…- jaló del brazo al recién llegado. Todos al presenciar semejante autoridad se inclinaron a saludarlo.
-Mi hijo…- se arrodilló al lado de la cama con desesperación para ver cómo se le agotaba la energía a su primogénito.- ¿Quién lo ha hecho?- preguntó desafiante a lo que nadie respondió pese a que sabían quién era. Siwon se los había prohibido.
-Cúralo, tío… cúralo… Siwon no puede morir, no así.- el hombre viejo jalo sus ropas y tras cortar un poco de su muñeca dejó que su sangre se derrame sobre la herida y el puñal de energía. Lentamente el cuerpo del heredero empezó a llenarse de energía de nuevo y tras unos minutos se quedó dormido.
-Descansa, hijo mío.- Sonrió el hombre de poder para luego cambiar su mirada tierna por la de un asesino.- Repito, ¿Quién le hizo esto a mi preciado hijo?
-Ha sido su amante, ese híbrido con el que Siwon se acostaba, mi señor… Siwon perdió la razón ante ese plebeyo.- El inspector no pudo continuar debido a que fue tomado por el cuello y en pocos minutos se desintegró entre las manos del Señor Choi.
-Denme razones que no los lleven a su muerte… Uno de mi sangre jamás se mezclaría con un asqueroso híbrido. ¿Qué sucedió con mi hijo?- volvió a preguntar ante los ojos aterrados de los presentes.
-Tío, no lo sabemos con precisión, pero sabemos que hay un rebelde que busca vengarse de algo… no te preocupes, nosotros lo traeremos para que lo asesines por tal osadía.- Se inclinó Leeteuk ante su tío y amo.

Una vez en Canadá, Henry se dedicó a investigar todo sobre las ciencias medicinales ocultas de la antigua China. Leyó tantos libros como pudo, tantos como encontró y cuando se le acabaron las fuentes decidió ir a la tierra de sus ancestros y buscar más explicaciones del por qué Hangeng sufría tanto, todo era confuso y aunque no lograba nada, quería al menos intentar conocer más sobre aquella enigmática persona que había curado su corazón. A su corta edad, convenció a sus padres de dejarlo ir a China con su abuela durante las vacaciones de la escuela. De camino a aquel olvidado pueblo donde vivía su abuela se dedicó a leer un libro que había encontrado en una tienda de antigüedades, era difícil de leer ya que tenía un chino muy antiguo, y le era complicado leer algunos caracteres. “Leyenda de la casa de los médicos…” susurró tras demorarse en leer los últimos signos. Lentamente y, leyendo dos o tres veces algunas cosas, empezó a introducirse en aquella leyenda, la cual hablaba de una casa en China donde generación tras generación los miembros de esa familia servían a las familias élite. -El Clan de los Qing… El Clan de los Wu… El Clan de los Lei…- leyó lentamente los nombres de aquellos a quienes habían servido los médicos de esa misteriosa familia. La leyenda se remontaba a tiempos en los que las sombras se iniciaron y en los que surgieron aquellos no vivos que vagaban consumiendo la energía vital de los seres humanos. -Vampiros…- dedujo el chiquillo tras leer la descripción de aquellos a quienes servían los médicos.

La luna se ocultó entre algunas nubes generando una noche muy oscura como los sentimientos que llevaba consigo aquel alumno élite. Al estar de vacaciones casi no había alumnado en la escuela nocturna solo los familiares y sirvientes directos de los Choi, motivo por el cual Sungmin se veía obligado a quedarse en el internado para hacer la guardianía. Llevaba mucho sin ver a Kyu y, de alguna manera, deseaba tenerlo cerca. Había ido a ver a Donghae con quien habló del amor prohibido entre él y el licántropo, no lo repudió, no era nadie para hacerlo, después de todo él también estaba pecando al desear a un humano. Tras voltear una oscura esquina del pabellón de las rosas, el más alejado, sintió como una briza repentina lo acorraló contra la pared. -Hermano…- susurró al sentir las manos de Eunhyuk tomarlo del cuello y quitarle un poco de oxigeno. Pero no, no buscaba matarlo. -Maldito traidor…- susurró tras empezar a tocar el cuerpo del otro con la mano libre que le quedaba. Sungmin me negaba a esas caricias forzadas pero el otro podía ser muy fuerte cuando estaba enojado. Si gritaba lo más probable era que castiguen a su hermano y por más que no comprendía su actitud no podía hacerle eso.

-Para… detente… Eun me haces daño… ¿Qué haces?- susurró al sentir que desgarraba sus ropas, sintió vergüenza, estaban en un pasadizo y cualquiera podría verlos. Eun empezó a besar el cuello de Sungmin dejando marcas con sus colmillos sin llegar a morder piel simplemente arañándola, como marcando su territorio. El atrapado, por más que se negaba, no podía evitar sentir placer ante las caricias de su hermano pero era contra su voluntad y estaba lastimando mucho su cuerpo, más cuando Eunhyuk lo penetró sin previa preparación haciéndolo gritar agudamente ante la irrupción en su interior. Un hilo de sangre se deslizó entre sus piernas y no cesó debido a la brutalidad del otro para ‘castigarlo’. Sus ojos se llenaron de lágrimas y dolor cuando el menor empezaba a moverse con mucha más rapidez, sin cuidado alguno, acorralado contra la pared estaba siendo violado por la persona que más amaba en el mundo: su hermano. -Me duele- lloró al ver que el otro no pensaba detenerse. Hyuk no le respondió, aumentó su velocidad haciéndolo retorcerse de dolor, fue tan brutal que en un determinado momento, Sungmin se desmayó. -A mí me duele más…- respondió tras terminar y alzarlo en brazos para llevarlo a su habitación donde lo dejó sobre la cama.

Seguimos dando vueltas por la casa, buscando algún anfitrión, nos detenemos en la gran sala de recepción, recuerdo aquel funesto día. Todos me rodeaban: el sucesor había matado, finalmente, a su presa. Me aplaudieron, celebraron mi lealtad a los Choi. Mi padre me alzó en brazos y dijo estar orgullo de mí. Fue su mentira, tenía que fingir delante de los demás, sobre todo delante de su mejor amigo: el amo Choi. En señal de misericordia le regalaron una nueva esposa, persona fría que huyó a las semanas debido a la indiferencia de mi padre. Ella nunca pudo reemplazar a mi hermosa madre, nunca pudo llenar ese vacío que invadió a toda esta casa, la que alguna vez fue la gloriosa casa de los médicos mágicos. Seres nacidos para servir al clan de turno, en mi caso, nací para Siwon, no solo para ser su amigo, sino su guardián y médico. Un fuerte dolor en mi pecho se intensifica, algo le ha pasado a mi amo, puedo sentirlo más nada puedo hacer estoy muy lejos de él, en mis pensamientos entran sus palabras, puedo escucharlo llorar y despedirse. ¿Despedirse? ¿Por qué? ¿Quién te ha hecho esto, mi amo? Su voz se escucha cada vez más lejana, alguien lo ha lastimado se niega a decirme quien no obstante puedo asegurar de quien se trata. Es ese híbrido que lo volvió loco. Lloro, lloro desconsoladamente a lo que Zhou y Wook me miran asustados. -Alguien ha herido a nuestro señor… según me dice está agonizando.- Les digo a lo que ambos me miran en silencio. Tras unos minutos su voz se apaga pero aún así puedo sentir su energía, débil, pero la siento. Al ser su médico de cabecera, sé perfectamente cómo detectarlo, después de todo, desde pequeños lo cuidé, curé cada herida que se hizo en sus juegos. -Sigue vivo…- les digo, me tranquilizo y continuamos buscando a mi padre y a mi maestro.

Finalmente estaba frente a la casa de su abuela, una construcción vieja y algo desgastada, con adornos chinos y muchas de esas campanas de viento que se colocan en la puerta. El viento sopló suavemente mientras se iba acercando a la puerta, tocó tres veces y esperó al escuchar la voz de su abuela. Un fuerte abrazo los unió para luego recordarles aquellas hermosas tardes en las que se la pasaban en aquel mismo pórtico, comiendo dulces y esperando a su abuelo. -Abuela ¿Cómo has estado?- preguntó recibiendo un tierno beso en la mejilla para luego esbozar una sonrisa. Se sentía bien, se sentía en casa. -Estoy con los años, y tu abuelo que anda más renegón que nunca… ve a saludarlo antes de que se vaya al trabajo.- Ordenó a lo que el menor obedeció en silencio y fue hasta aquella habitación en la que su abuelo se pasaba horas de horas investigando plantas medicinales. Su abuelo, pese a ser de edad era muy respetado en ese pueblo, bastante conocido por su capacidad de aliviar desde un dolor de cabeza hasta una enfermedad crónica con solo unas yerbas medicinales. Era, de alguna manera, el médico del pueblo. -Abuelo…- preguntó el pequeño abriendo la puerta del taller con miedo a recibir un regaño, no obstante el anciano se abalanzó sobre él para abrazarlo y lamentar algunos proverbios chinos, tan antiguos que el menor no entendió nada de nada. -Te has mezclado con ellos, llevas su olor en tu piel.- Le dijo dejándolo muy intrigado ¿De qué hablaba su abuelo? ¿Era posible que supiera sobre los vampiros Élite? -Sufrirás, pero para eso has nacido…- le dijo tras besar su frente y salir a su consultorio en el pueblo.

Aún puedo recordar aquel preciso instante en que le quité la vida: fui frío, fui casi un fenómeno alimentándome de ella. No dudé en hacerlo. Y todos parecían tan tranquilos. Acababa de matar a mi propia madre, era capaz de matar a cualquiera. Podía matarlos a todos si lo deseaba, aún así hubieran celebrado mi poder. ¿Por qué precisamente ella? Ella era, quizás, la única persona que me amó como era y no me forzó a ser alguien que no quería ser; y yo la maté. No les importó, no les importó en realidad; solo importaba que el sucesor que cuidará del hijo del gran señor esté preparado para dejar su hogar a días de cumplir nueve años. Solo importa que yo sea capaz de asesinar a mi madre si me lo ordenaban.

-¿Hijo?- preguntó un voz añeja desde la oscuridad de un pasillo de la gran mansión.- ¿Qué te trae por aquí?- preguntó dejando ver su acabado rostro a lo que los invitados se aproximaron a saludar respetuosamente.
-He venido a consultar unas yerbas con el maestro pero no lo encuentro, ellos son mis invitados… Zhou Mi y Ryeowook.- señaló a sus acompañantes a lo que estos intentaron sonreír.
-Pobre alma perdida…- se acercó a Wook y colocando sus manos sobre su cabeza le miró directamente a los ojos.- Nadie podrá sanar ese dolor hasta que veas las cosas claramente… duerme, duerme pequeño, es momento de dejar que tus sueños nos narren el futuro.
-¿Padre?- preguntó Hangeng confundido mientras los otros dos intentaban comprender aquel dialecto tan complicado.- Dice que tu dolor no sanará…
-He comprendido, su mirada lo dijo todo…- sonrió Wook tomando de las manos al hombre de edad. Por alguna extraña razón sintió celos, Hangeng envidió a Wook, deseó tener ese dolor crónico para él, ya que su padre nunca fue tan cercano, nunca le habló de esa manera, nunca le dedicó una mirada tan paternal como con el enfermo.- Usted también ha sufrido..- susurró tímidamente mientras le sonreía al chino.- Es hora de perdonarse y perdonar…
-Yo…- el padre de Hangeng empezó a llorar inconteniblemente, los otros dos lo miraron asombrado, sobre todo su hijo ya que nunca vio llorar a su padre, ni siquiera cuando asesinó a la mujer que amaba. Pero no pudieron continuar, la voz anciana de su maestro los interrumpió.
-Pequeño Han…- gritó para correr a abrazarlo.
-Maestro…- el nombrado se refugió en los brazos de aquel ser de edad avanzada. Aquel anciano era más padre de Hangeng que su verdadero padre.- Maestro, necesitamos aliviar el dolor de…- Hangeng no pudo continuar ya que el anciano había colocado sus manos sobre su pecho.
-¿Duele?- preguntó analítico
-No comprendo.- sonrió Hangeng.
-Sufrirás más… para eso has nacido- susurró el anciano para luego besar su mejilla- Te hemos extrañado. ¿No, mi señor?- cuestionó a lo que el padre del nombrado hizo una venia y se alejó por aquel oscuro pasillo- Perdónalo, pequeño, su alma está próxima a apagarse…
-¿De qué hablas?- Hangeng se preocupó
-Tu padre defendió el pueblo, hace unas semanas… luchó contra un licántropo y ha quedado muy dañado, ni mis yerbas lo han podido curar. Además, mi niño, él no quiere recuperarse, dice que ya es hora de ir a verla…- ante las palabras del anciano Hangeng salió corriendo detrás de su padre.

Mi padre aplaudió orgulloso mi victoria en aquel momento, fue frío mientras mi amada madre empezaba a desintegrarse en el piso de la sala principal. Aún recuerdo su sonrisa, su templanza en ese momento. Padre, te has cansado de fingir, finalmente has dejado caer tu máscara, ¿Verdad? ¿Es tiempo ya? Padre ¿Cuándo dejaré caer mi máscara? Padre, ¿Terminaré como tú?

-¿Padre?- susurró entrando en su habitación.
-Hijo mío…- su voz me llama débilmente desde su amplia cama.- Hijo mío, no he sido buen padre… déjame regalarte algo en lugar de todos estos años perdidos.- me acerco asustado, con los ojos a punto de colapsar por las lágrimas, tropiezo al no poder ver bien por estas y finalmente llegó a su lecho, está muy frío, muy delgado.- Hijo mío, tú madre, ella te amaba tanto como para obsequiarte sus poderes… hijo mío, yo también te amo… con este regalo, podrás despertar lo que ella te brindó a tus ocho años. Perdóname… yo te perdono- Hangeng se arrodilló derrotado por aquellas palabras: dolían.- Ven… aliméntate…- susurró el mayor mientras mostraba su cuello a su primogénito. Una vez más, la profecía de aquella casa llegaba a culminarse: El hijo elegido devorará a su madre hasta matarla, años después, absorberá la vida de su padre para luchar a favor del clan a su cuidado, los Choi.

Continuará…

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