Titulo: Fotografía
Capitulo: Intro
Fandom: THSK
Parejas: YooSu
Clasificación: Angst / Au
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.
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Fotografía.
INTRODUCCIÓN
“No importa cuanto me resista, es algo que no puedo evitar.
Me pierdo en tu voz y con tu cálida sonrisa todo empieza de nuevo.
Una y otra vez, estamos solo tú y yo, dos desconocidos…”
Bajó la mirada apenado, intentando explicar sus acciones mientras era consumido por los ojos felinos de aquel chico de gorra. Intentó controlar sus nervios, intentó no reír nerviosamente, pero todo fue en vano: de sus labios se escapó una sonrisa encantadora, aceptando su travesura. El joven de sombrero rió de lado, acomodó un poco su abrigo y continuó con su lectura, como si no le hubiera importado en absoluto aquella travesura. Tomó un poco de su café y continuó leyendo, sereno, calmado, casi estático; con aquellos ojos tristes, e inexplicablemente misteriosos, los cuales estaban fijos en su libro.
Llamó su atención, no entendió por qué; no pensó, solo actuó: esa era su excusa. Continuó mirándolo, esperando alguna reacción de su parte, pero solo consiguió sentirse más y más intrigado por aquel chico de sombrero. Miró en sus manos la cámara con la que minutos atrás le había sacado una foto ¿Acaso no le había molestado en absoluto? Usualmente cuando fotografiaba a personas sin su permiso estas le armaban un escándalo en plena vía pública. Pero aquel chico misterioso se quedó en su lugar, sin prestarle demasiada atención; por primera vez deseó que alguien le arme un lío por una de sus travesuras. Pero no sucedió.
Su sonrisa poco a poco empezó a desvanecerse, sus latidos se volvieron lentos de nuevo y, con la mirada llena de decepción, caminó de vuelta a casa. Esperando que alguna calle de aquella ajena ciudad le depare alguna aventura. Llevaba ya algún tiempo en Paris pero, contrariamente a lo que siempre creían sus amigos coreanos, sus días eran aburridos, casi vacíos. Viajó ilusionado, esperando encontrar aquella emoción que nunca sintió en Corea del Sur; viajó esperando no ser un estudiante de fotografía más, sin embargo, con el paso de los días terminó convirtiéndose en uno de ellos. Caminó desganado, sin ganas de volver a tomar una foto más. Realmente creyó que su rutina diaria de no tener rutina cambiaría al tomarle una foto a aquel chico tan llamativo. Pero nada cambió, ambos continuaron siendo desconocidos; ninguno cruzó ese límite que tanto deseaba romper. Una vez más, se equivocó, su aventura se le escapó de las manos.
-Junsu…- le llamó su hermano mientras que el chico de la cámara caminaba con la mirada perdida- ¡Junsu! Serás distraído…- Se le acercó intentando detenerlo- ¿Alguna vez te separas de tu cámara? ¿Cuándo vas al baño quizás?- sonrió el hermano más alto intentando sacar a Junsu de esa especie de trance- ¿Otra vez te metiste en problemas?
-No… pero desee que sucediera, debo haber perdido la razón…- llevando sus manos hacia su cabeza.- Iré al departamento primero- sonrió ampliamente, como siempre, fingió estar bien. Pero su hermano mayor no le creía nada. La soledad de Junsu usualmente era muy bien camuflada por su personalidad brillante y su risa contagiosa; pero esa máscara no lograba engañar al más alto.
-Susu…- susurró al ver a su hermano alejarse de él. Le dolió un poco el pecho y luego volvió por donde vino, después de todo el también estaba en Paris por algo. No podía detenerse a mitad de camino, ya luego intentaría ayudar al menor.
**
Horas antes.
Sudaba frío, estaba nervioso, quizás asustado. Acomodó su sombrero: deseaba verse bien para esperar a aquella persona. Miró su reloj, aún faltaban unos minutos para que llegara. Sacó el libro que estaba leyendo desde algunos días y empezó a leer: de esa manera el tiempo pasaría volando. Los minutos avanzaron, su corazón se aceleró y por más que intentó no mirar el reloj, era lo único que hacía. Su mirada se tornó triste cuando por fin aceptó que aquella persona llevaba dos horas tarde. Intentaba leer y leer para que las horas necesarias pasen volando, pero su vista estaba nublada. Quería llorar. El nudo en su garganta empezó a asfixiarlo, el temblor en sus manos lo ponía más nervioso. El reloj marcó las cinco de la tarde y ya estaba cansado de esperar. Con los ojos a punto de desbordarse en lágrimas, con las más aún más temblorosas y con aquel libro entre sus manos; estaba por terminarlo y ella no llegaba.
De repente, el sonido de una cámara llamó su atención y volteó sin preocupación alguna, volteó con pequeñas lágrimas desbordándose de su mirada. Un chico de rostro hermoso le miraba asustado con una cámara en las manos, no pudo reaccionar, sentía demasiado dolor, no importaba si ese chico volvía a tomarle una foto. No le importaba nada. Pero por alguna razón, la sonrisa amplia y fresca que aquel chico dibujó en su rostro le alegró un poco el día. Sonrió de lado antes de secar sus lágrimas. Acomodó su abrigo y continuó leyendo. Quería continuar esperando, debía hacerlo.
Los minutos pasaron y el chiquillo de la cámara se marchó. Se sintió solo de nuevo, miró su reloj y solo habían pasado cuarenta minutos. ¿Cuánto tiempo planeaba demorarse? Tomó su celular y marcó aquel número. Necesitaba palabras que le ayuden a creer que debía seguir esperando. Necesitaba una razón que lo retenga en ese café. El libro se había acabado y con el su estabilidad emocional. No había respuesta del otro lado del teléfono. Insistía una y otra vez, pero no conseguía contactarla. Sentía que de a pocos la perdía, quizás ya la había perdido por completo.
-Yoochun, lo siento…- dijo ella al contestar para luego colgar de nuevo el teléfono. El chico del sombrero se quedó estático, sin palabras: era un rechazo definitivo. Ella nunca volvería, él no sería el mismo nunca más.
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Fotografía.
INTRODUCCIÓN
“No importa cuanto me resista, es algo que no puedo evitar.
Me pierdo en tu voz y con tu cálida sonrisa todo empieza de nuevo.
Una y otra vez, estamos solo tú y yo, dos desconocidos…”
Bajó la mirada apenado, intentando explicar sus acciones mientras era consumido por los ojos felinos de aquel chico de gorra. Intentó controlar sus nervios, intentó no reír nerviosamente, pero todo fue en vano: de sus labios se escapó una sonrisa encantadora, aceptando su travesura. El joven de sombrero rió de lado, acomodó un poco su abrigo y continuó con su lectura, como si no le hubiera importado en absoluto aquella travesura. Tomó un poco de su café y continuó leyendo, sereno, calmado, casi estático; con aquellos ojos tristes, e inexplicablemente misteriosos, los cuales estaban fijos en su libro.
Llamó su atención, no entendió por qué; no pensó, solo actuó: esa era su excusa. Continuó mirándolo, esperando alguna reacción de su parte, pero solo consiguió sentirse más y más intrigado por aquel chico de sombrero. Miró en sus manos la cámara con la que minutos atrás le había sacado una foto ¿Acaso no le había molestado en absoluto? Usualmente cuando fotografiaba a personas sin su permiso estas le armaban un escándalo en plena vía pública. Pero aquel chico misterioso se quedó en su lugar, sin prestarle demasiada atención; por primera vez deseó que alguien le arme un lío por una de sus travesuras. Pero no sucedió.
Su sonrisa poco a poco empezó a desvanecerse, sus latidos se volvieron lentos de nuevo y, con la mirada llena de decepción, caminó de vuelta a casa. Esperando que alguna calle de aquella ajena ciudad le depare alguna aventura. Llevaba ya algún tiempo en Paris pero, contrariamente a lo que siempre creían sus amigos coreanos, sus días eran aburridos, casi vacíos. Viajó ilusionado, esperando encontrar aquella emoción que nunca sintió en Corea del Sur; viajó esperando no ser un estudiante de fotografía más, sin embargo, con el paso de los días terminó convirtiéndose en uno de ellos. Caminó desganado, sin ganas de volver a tomar una foto más. Realmente creyó que su rutina diaria de no tener rutina cambiaría al tomarle una foto a aquel chico tan llamativo. Pero nada cambió, ambos continuaron siendo desconocidos; ninguno cruzó ese límite que tanto deseaba romper. Una vez más, se equivocó, su aventura se le escapó de las manos.
-Junsu…- le llamó su hermano mientras que el chico de la cámara caminaba con la mirada perdida- ¡Junsu! Serás distraído…- Se le acercó intentando detenerlo- ¿Alguna vez te separas de tu cámara? ¿Cuándo vas al baño quizás?- sonrió el hermano más alto intentando sacar a Junsu de esa especie de trance- ¿Otra vez te metiste en problemas?
-No… pero desee que sucediera, debo haber perdido la razón…- llevando sus manos hacia su cabeza.- Iré al departamento primero- sonrió ampliamente, como siempre, fingió estar bien. Pero su hermano mayor no le creía nada. La soledad de Junsu usualmente era muy bien camuflada por su personalidad brillante y su risa contagiosa; pero esa máscara no lograba engañar al más alto.
-Susu…- susurró al ver a su hermano alejarse de él. Le dolió un poco el pecho y luego volvió por donde vino, después de todo el también estaba en Paris por algo. No podía detenerse a mitad de camino, ya luego intentaría ayudar al menor.
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Horas antes.
Sudaba frío, estaba nervioso, quizás asustado. Acomodó su sombrero: deseaba verse bien para esperar a aquella persona. Miró su reloj, aún faltaban unos minutos para que llegara. Sacó el libro que estaba leyendo desde algunos días y empezó a leer: de esa manera el tiempo pasaría volando. Los minutos avanzaron, su corazón se aceleró y por más que intentó no mirar el reloj, era lo único que hacía. Su mirada se tornó triste cuando por fin aceptó que aquella persona llevaba dos horas tarde. Intentaba leer y leer para que las horas necesarias pasen volando, pero su vista estaba nublada. Quería llorar. El nudo en su garganta empezó a asfixiarlo, el temblor en sus manos lo ponía más nervioso. El reloj marcó las cinco de la tarde y ya estaba cansado de esperar. Con los ojos a punto de desbordarse en lágrimas, con las más aún más temblorosas y con aquel libro entre sus manos; estaba por terminarlo y ella no llegaba.
De repente, el sonido de una cámara llamó su atención y volteó sin preocupación alguna, volteó con pequeñas lágrimas desbordándose de su mirada. Un chico de rostro hermoso le miraba asustado con una cámara en las manos, no pudo reaccionar, sentía demasiado dolor, no importaba si ese chico volvía a tomarle una foto. No le importaba nada. Pero por alguna razón, la sonrisa amplia y fresca que aquel chico dibujó en su rostro le alegró un poco el día. Sonrió de lado antes de secar sus lágrimas. Acomodó su abrigo y continuó leyendo. Quería continuar esperando, debía hacerlo.
Los minutos pasaron y el chiquillo de la cámara se marchó. Se sintió solo de nuevo, miró su reloj y solo habían pasado cuarenta minutos. ¿Cuánto tiempo planeaba demorarse? Tomó su celular y marcó aquel número. Necesitaba palabras que le ayuden a creer que debía seguir esperando. Necesitaba una razón que lo retenga en ese café. El libro se había acabado y con el su estabilidad emocional. No había respuesta del otro lado del teléfono. Insistía una y otra vez, pero no conseguía contactarla. Sentía que de a pocos la perdía, quizás ya la había perdido por completo.
-Yoochun, lo siento…- dijo ella al contestar para luego colgar de nuevo el teléfono. El chico del sombrero se quedó estático, sin palabras: era un rechazo definitivo. Ella nunca volvería, él no sería el mismo nunca más.
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