Autor: Kainet
Titulo: My english teacher
Capitulo: Capitulo 1 - 1ra Parte
Fandom: Super Junior
Parejas: Sichul / Kihae / Hanry
Clasificación: Angst / AU
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.
Titulo: My english teacher
Capitulo: Capitulo 1 - 1ra Parte
Fandom: Super Junior
Parejas: Sichul / Kihae / Hanry
Clasificación: Angst / AU
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.
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Uno punto cero: Biblioteca.
-Un shinigami es una personificación de la muerte en la mitología japonesa. Según la mitología, su función es velar y decidir quién muere y cómo, a veces hasta alimentándose de las almas humanas.- Susurró mientras pasaba la página de aquel libro de mitología japonesa. Era algo pesado para sus delicados brazos, no obstante estaba fascinado con su contenido. Desde que lo vio se sintió atraído hacia él, era marrón oscuro con ciertas grietas que hacían notar sus años y filos dorados, era un libro muy especial, es esos que ya no se ven más que en tiendas de antigüedades. Las hojas estaban algo amarillentas y tenían un poco de polvo que de rato en rato lo hacían estornudar: le encantaba ese libro. Incluso luego de terminarlo, iría a leerlo de tiempo en tiempo. Lo había decidido. Sus ojos leían atentamente aquellas descripciones, quizás su afición por el anime empezaba a volverse adicción. Luego de haber visto toda una serie sobre estos sospechosos seres sobrenaturales que eran básicamente la representación de la muerte, simplemente había sentido la necesidad de saber más y más. Y es que así era él: obsesivo compulsivo de todo lo que le resultara intrigante o curioso. Aquella parte de la biblioteca era bastante solitaria, al parecer a nadie le interesaban mucho esos temas, tanto que los libros estaban bastante empolvados. Había poca iluminación debido a que tenía que forzar bastante su vista para leer entre sombras: era cansado, pero le encantaba. El ambiente era algo frío, de rato en rato su cuerpo se estremecía, se cubría un poco con la chalina y continuaba con su ritual. Sus manos, largas y delicadas, por más que se volvían pálidas y frías, seguían pasando las hojas, era casi una adicción aquella lectura. Siguió leyendo con detenimiento hasta que escucho unos pasos acercarse, de seguro para decirle que pronto cerrarían el establecimiento. Siempre era lo mismo, leía hasta perder la noción del tiempo, leída y leía hasta que el encargado de la biblioteca le decía que cerrarían, siempre a las nueve de la noche, en punto. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Cómo deseaba encontrar una biblioteca abierta las veinticuatro horas del día: así pasaría menos tiempo en la casa de esa mujer. Los pasos cesaron y luego escuchó un sonido seco caer sobre el suelo: alguien más leería sentado en el piso. No prestó atención continuó con su lectura. No obstante aquel ser, que estaba del otro lado del estante, empezó a sacar varios libros, logrando que la concentración de otro se vaya al tacho. Quiso patear el estante y asesinar al del otro lado, sin embargo solo atinó a pedir silencio con un maleducado - ¡Shhhh!- El cual fue seguido por un avergonzado – Lo siento, creí que estaba solo.- por parte del recién llegado. No estaba interesado en conocer a aquella bulliciosa persona, tomó dos libros más y caminó rápidamente a la recepción, quizás en algún parque cercano podría leer mejor.
Sintió vergüenza de aquella pedida de silencio, pensó en ir y disculparse personalmente, solo los separaba un estante pero lo pensó demasiado y para cuando se armó de valor ya no había nadie en aquel lugar. Miró atentamente aquel espacio vacío, se notaba que siempre iba a ese lugar ya que en el suelo había una marca entre todo el polvo de este. Había tres libros menos en el estante, deseó saber de qué eran ya que él había ido por cualquier cosa que le resulte interesante. Acomodó su engominado cabello negro y luego secó un poco el sudor de su frente, producto de su nerviosismo al pensar que debía disculparse cara a cara, sonrió tontamente para luego atormentarse: por su culpa aquella persona se había marchado. Pero sus lamentos no pudieron continuar ya que su chofer había llegado por él y debía asistir a una cena de gala. De camino se cambió de traje en una tienda de ropa ya que su camisa se había ensuciado con un poco de polvo. Mientras se vestía en aquel lujoso vestidor no pudo evitar pensar en cómo serían las ropas de aquella persona que al parecer siempre iba a ese lugar. Movió la cabeza para despejarse un poco, debía hablar de economía y cultura en unos minutos, no podía estar distraído.
Uno punto uno: Segunda Madre.
Mi segunda madre, ella es alguien a quien no amo, pero tampoco odio. Simplemente es alguien que ocupó el lugar que mi madre dejó al morir tras largos años de enfermedad. La observo detenidamente mientras desayunamos, no nos parecemos en nada: ella es extranjera, tiene los cabellos rojos y por más que yo los tiña, mis ojos rasgados jamás lucirán como esos dos enormes ojos color verde tristeza. Mi padre se deslumbró con su belleza, con su elegancia y esa piel tan pálida como un fino papel de seda. Me ha visto crecer, prácticamente, y con esto sus reproches constantes sobre mi futuro, también han crecido. Y es que comparado a aquella chiquilla, fruto de su amor con mi padre, yo soy nada. Ella, mi media hermana, es talentosa, casi perfecta, tan perfecta que aburre. Me descubre mirándola, bajo los ojos ante su sonrisa soberbia. Ella, escasamente, es amable conmigo, no es que sea mala, mas bien, es fría. No la culpo, yo no soy el hijo modelo, tampoco. Deslizo mis ojos hacia mi media hermana, sus ojos son pequeños pero tienen un color inexplicable, asiática de ojos claros, única en su especie. Sus cabellos son entre rojizos y marrones y se ondean un poco en las puntas, es hermosa, dicen. Pero siempre han dicho que yo, soy más bello. Quizás porque para ser hombre, mi rostro es fino, mis labios pequeños y mis ojos grandes a pesar de ser rasgados. No lo sé, ellos dijeron tantas veces que soy bello que me acostumbré a escucharlo y ellas empezaron a envidiarme. ¿Mi madre? No la recuerdo. Asumo que fue igual de bella que yo, asumo que ella y yo nos parecemos mucho. Mi padre, come con la mirada perdida, distraído en sus negocios, no me sorprende. Ahora que lo pienso, mis días siempre empiezan así, con un silencioso desayuno, miradas hipócritas y comida sin sabor. No termino el jugo, como un poco de pan y me levanto, pido disculpas: tengo mucho, aún, por leer. Salgo apresurado, escuchando a mis espaldas los reproches de ella, mi segunda madre. Diciendo que nada hago, tiene razón, solo leo. Finjo no escucharla, me coloco los audífonos y me dirijo a la biblioteca de mi distrito. Como siempre, es el único lugar en el cual me siento en paz.
Así fue la primera vez que lo vi. ¿Cómo sé que era él? Al retirar un libro del estante, en mi desesperada intensión de marcharme de aquel lugar que ya no era silencioso o cómodo para mí: pude observar del otro lado de este, una sonrisa, no vi más que su sonrisa, pero creo que esa sonrisa es bastante especial, no todos sonríen de esa manera, al menos no yo. Era una especie de acartonada y nerviosa felicidad. Aún no sé cómo explicarla pero algo así era. Quizás, nerviosa, no sé. Sólo sé que esa sonrisa se me quedó grabada en la memoria.
Finalmente he llegado a casa, esa mujer que se hace llamar mi segunda madre me reprocha, finjo que la escucho mientras acepto todo lo que dice: usualmente soy muy terco con todo, pero últimamente me he cansado y ya simplemente me quedo en silencio, así ella se cansa de hablar con una pare y se va. Si peleara con ella, probablemente mi padre me reprocharía y eso, es lo que menos deseo. Mi padre me mira disconforme, quizás porque me parezco demasiado a ella, a mi verdadera madre. Aquella mujer que murió hace años. –Debes madurar. ¿Qué chico de tu edad tiene afiches de dibujos animados en su pared?- La miro detenidamente, ella no comprende absolutamente nada. Siempre me reprocha el que vea caricaturas, el que ame a Disney y el que sea mucho más bello que su fea hija. A veces, cuando las miro, realmente me siento Cenicienta. –Son porno…- digo ácidamente, a lo que la menor se sonroja, mi padre hace una mueca extraña como si deseara reírse como si quisiera reprocharme mi falta de tacto, y ella, mi segunda madre me mira enfadada. Miento, Bleach, Naruto, Dragon Ball y Sailor Moon son mi adicciones pero jamás me ha llamado la atención ver hentai. Mi padre me reprende mientras camino hacia mi habitación, no lo escucho, solo pretendo hacerlo y, una vez dentro, cierro la puerta para que me deje en paz.
Me tiro sobre mi cama mientras espero que mi perezoso hijo venga a saludarme. –Heebumie… nos dicen inmaduros.- Sonrío al sentir a mi gato sobre mi estomago. Juego con él un rato, hasta que se cansa y me rasguña en signo de hambre. Lo analizo, en esta casa, lo único que se parece a mí es él. Tiene esa mirada soberbia, ese ego indestructible y esa belleza sobrenatural que me definen. ¿Egocéntrico? ¿Narcisista? No es algo de lo que me avergüence: uno es lo que es y punto. Mi hermoso gato, un ruso azul de ojos intimidantes. Tiene hambre y yo mucha flojera. Respiro profundo y lo ignoro mientras miro fijamente mis afiches en la pared. -¿Qué de inmaduro tienen? Es para mayores de dieciséis años… por su desvirtuación de valores y violencia.- le hablo a mi gato, quien vuelve a rasguñarme en signo de que quiere comida, ahora.
Me levanto lentamente, lo tomo entre mis brazos y ambos bajamos a la cocina, la nueva familia de mi padre cena en el comedor, aprovecho esto y saco algo de leche para mi hijo, yo tomo una botella de agua y lo primero comestible que encuentre en la refrigeradora. –Kim Heechul, ven a comer a la mesa.- Chilla aquella insoportable mujer. La ignoro, camino a mi habitación y prendo el computador. Empiezo con mis juegos de computadora, debo pasar de nivel, pero pierdo una y otra vez: hay algo en mí que me aturde y es esa maldita pregunta que da vueltas y vueltas en mi cabeza ¿Seguirá detenido en aquella avenida? Lo dudo. De seguro y hasta llamaron a la policía, para sacarlo de ese letargo estúpido en el que se quedó cuando casi me pasa el auto por encima, en ese momento lo odié, lo juro. Quise ir y golpearlo, pero es más alto, va al gimnasio y tiene guardaespaldas. Lo más probable es que yo resulte siento el único muerto. Me intriga un poco, se me hace curioso, es decir, alguien con la vida tan perfecta ¿Por qué se detendría de esa manera en plena avenida? ¿Qué preocupaciones podría tener alguien como Choi Siwon?
“Shinigami” vuelve a mi mente esa palabra. Me leí dos libros sobre ellos, aún me queda uno por leer y habré terminado esa parte de la biblioteca de mi distrito. Pronto buscaré otra para buscar nuevos libros. Son una especie de dios. Yo no creo en esas cosas pero si lo vemos de manera superflua: yo fácilmente podría ser uno. Río a carcajadas mientras pienso tal cosa. Debo estar loco. “Choi Siwon” Otra pregunta surge. ¿Podría ser un shinigami? Pero en qué pienso, es tarde, de seguro el cansancio me ha puesto algo estúpido. Apago el computador, me colocó mi pijama favorito y me dejo caer sobre mi cama. A los minutos el peso de mi gordo gato cae sobre mi estomago. –Heebumie, debes hacer dieta, uno de estos días amaneceré aplastado.- Bromeo a lo que el felino me araña como si me hubiese entendido. –Oh, está bien. Me disculpo.- Río nervioso ante sus ojos misteriosos. Nunca antes lo dejé dormir conmigo o subirse a mi cama, pero últimamente anda de un humor, que da miedo. Lo mejor es no provocarlo. Me cubro torpemente y cierro los ojos esperando, ansiando, que el señor sueño llegue a mí. La última palabra que susurro antes de dormir es “Shi… ni… ga… mi”.
Unos punto dos: Quiebra
Perfecto. Esa palabra lo definía, era amable, apuesto, inteligente, exitoso y adinerado. Cualquier persona caía rendida a sus pies ante sus gestos diplomáticos y su engominada presencia. Dueño de una etiqueta social muy refinada. Casi, casi un príncipe de ensueño. Su esbelta y tonificada figura relucía en pulcritud, su cabello siempre ordenado y su rostro de niño inocente siempre habían sido su mejor carta de presentación. Era de esas personas que inspiraban confianza, todos en su empresa lo apreciaban mucho. Incluso más que a su propio padre. Aquella mañana leía el periódico económico mientras desayunaba en compañía de sus padres. Infinidad de cubiertos llenaban la mesa, y con ellos infinidad de comida, todo un banquete para tres personas. Nunca terminaban la comida, pero tampoco la desperdiciaban, todo el excedente lo brindaban a su personal en la mansión, quienes superaban las cincuenta mucamas, los diez choferes, guardaespaldas, mayordomos, chefs y jardineros.
Sobre la empresa de su padre, era toda una corporación, con sucursales en tiendas comerciales, fabricas de dulces, juguetes y últimamente incursionaban en la moda. Aparentemente una bien estructurada empresa, exitosa e indestructible. Todos sus familiares trabajaban como ejecutivos, incluso su madre. Él y su padre estaban a la cabeza. Pese a que aún era joven, ya dirigía parte de los negocios. Pronto viajaría a New York para estudiar algunos cursos comerciales y poder ser el nuevo líder de la corporación Choi. Ese era el plan que habían diseñado con su padre. Así debía ser su vida.
-Lo sentimos joven pero esta tarjeta está cancelada.- sonrió nerviosa la cajera ante el heredero de la corporación Choi.
-¿Qué? Pero si es ilimitada… Bueno, pruebe esta- sacó de su billetera otra tarjeta ante la mirada atónita de todos los clientes de ese restaurant. Sonrió galante pese a que se sentía disgustado.
-También está cancelada, joven.
-Ok, efectivo… ¿Cuánto es?- preguntó confundido. Es decir nunca había pagado con efectivo, agradeció tener algo de este en su lujosa billetera.
-$500, Joven.- Siwon contó su dinero, no le alcanzaba, sacó su celular y rápidamente marcó a su padre, algo debía pasar para que le cancelen las tarjetas.
-¿Padre? Me han cancelado mis tarjetas… no tengo efectivo. ¿Qué sucede?- cuestionó avergonzado de todo el alboroto que estaba ocasionando en el local.- Envíame al señor Park con algo de efectivo…- Su padre no le dijo nada en ese momento, no obstante el menor sintió malestar en la voz del mayor.
A los minutos llegó su secretario personal y pudieron salir del local. De camino a casa su padre volvió a llamarlo y esta vez le explicó todo: estaban en la banca rota. No pudo reaccionar, simplemente frenar en seco cuando notó que estaba por llevarse de encuentro a un peatón. Ese grito lo hizo reaccionar pero luego volvió a su letargo. Su futuro, su vida, como la conocía estaban por cambiar radicalmente. ¿Trabajar? Nunca lo había hecho. Ahora, a sus diecinueve años, debía hacerlo. ¿La universidad? Su padre le acaba de decir que eso debía esperar. Quiso llorar, pero simplemente sonrió como siempre, como le habían enseñado. A los minutos las bocinas de muchos carros lo hicieron reaccionar, se había quedado estático en plena avenida, quiso disculparse con el peatón pero este ya no estaba. Se sintió avergonzado, nervioso y con la sonrisa en los labios siguió su camino hacia su casa. Una vez en esta se encontró con su madre quien lloraba al lado de su padre. ¿Qué había pasado? Nadie quiso explicar nada, los empleados habían tenido que ser despedidos ya que era insostenible pensar que podrían pagar tantos sueldos. Solo quedaban ellos tres y el señor Park quien, por lealtad, se quedó. Una mala compra, una mala inversión había logrado que los miembros del directorio saquen del puesto a su padre y con esto la reducción de muchas de sus acciones. Podían conservar los autos, la mansión pero ya nada más. Su padre había sido bajado de puesto y ahora él ya no podía participar de los negocios. Siwon se dejó caer en las faldas de su madre, se aferró a su cintura y, aún con la sonrisa congelada, empezó a llorar.
Aún recuerdo la última vez que escapé de mi apretada agenda social. Debía ir a un almuerzo en la casa de unos amigos de mis padres, usualmente soy muy responsable, pero aquel día, mientras íbamos hacia la mansión de aquellos conocidos míos, mi auto se detuvo frente a una biblioteca pública y algo, no puedo explicar qué, me dijo que debía ir en busca de un libro. Abrí la puerta del auto, mientras la luz estaba en rojo y caminé dentro de aquel lugar. Pregunté por algunos libros hasta que finalmente lo vi, un pabellón completamente solitario, quizás estar ahí durante unos minutos era lo que necesitaba. Caminé apresurado, ya me habían dicho que estaban por cerrar y me dejé caer en ese suelo empolvado, tomé entre mis brazos algunos libros. Quizás fui muy ruidoso al pensar que estaba solo, cuando a los minutos me sorprendió un – ¡Shhh! - me sentí avergonzado, de seguro había interrumpido una lectura importante por mi capricho. Pensé durante unos segundos en si debía disculparme cara a cara ya que había pedido disculpas anteriormente pero lo sentí insuficiente. Cuando finalmente me armé de valor, era muy tarde, aquella persona, se había marchado. Ahora que lo pienso, no puedo evitar el asociar ese impaciente “¡Shhh!” con lo que me gritó aquel joven que casi atropello. “¿Qué tienes maldito idiota?” sonrío al pronunciar palabras tan poco elegantes, pero no necesitan serlo para ser graciosas, hasta divertidas, si vienen de una persona que tiene un aspecto muy ambiguo. Aquel chico, por su actitud era bien agresivo, mas puedo asegurar que en una reunión, con la boca cerrada, fácilmente podría ser confundido con una chica, de carácter dulce, delicado y apacible. Nada es lo que parece, muy cierto. Pienso detenidamente en muchas cosas mientras mi padre me explica que gracias a un conocido ha conseguido un trabajo para mí, no es en una corporación elegante ya que pese a mi experiencia, no tengo estudios universitarios. Es en una academia de idiomas, sonrío aliviado pensando en que fue bueno aprender tantos idiomas. Seré profesor de Inglés, tengo entendido. Al entrar las personas me miran mucho, todos saben lo de mi familia, no bajo la mirada, estoy orgulloso de lo que soy, de mi familia y de mis conocimientos. Me siento frente al director de dicho lugar, habla durante unos minutos con mi padre, ríen acartonadamente mientras yo finjo escucharlo. A los pocos minutos de un café y algunos bocadillos firmo mi contrato como profesor de inglés. Empezaré en una semana, me siento algo ansioso, me muestran los textos y luego me explican cómo es que debo enseñarlos. Camino hacia la sala de profesores donde pienso encontrarme con personas mayores, me he equivocado. Me recibe en la puerta un pequeño, se ve como un niño, le sonrío pensando que es un alumno, pero no lo es.
-Hola, un gusto.- Saluda amablemente.- Me llamo Henry Lau, hace poco he llegado de Canada. ¿Tu eres?
-Buenos días, Soy Choi Siwon, nuevo profesor.
-¡Qué bueno!- grita alegre- Kibum, ahora seremos tres profesores jóvenes- señala a un chico de aspecto serio quien aparentemente lee algo en un rincón de la sala de profesores. Me mira y en silencio hace una venia.- Él es algo… autista, pero es bueno- comenta el pequeño, quien se ve bastante enérgico. Asumo que mis días en este lugar van a ser muy divertidos.
Uno punto tres: Vocación.
Y otra vez estamos frente a frente. No soporto su voz chillona, pero no tengo escapatoria, hoy llegué temprano y hay junta familiar. Ella dice que no aporto en nada a la casa, que simplemente soy un gasto. Quizás tenga razón, ni siquiera trabajo. Y no es porque sea un vago o no me guste hacer nada, es simplemente que no tengo vocación para algo. Solo me gusta leer, quiero escribir cuentos pero he perdido la inspiración. No tengo vocación para nada más. Mi padre sugiere que estudie derecho o medicina, pero realmente creo que sería una pérdida de tiempo, yo no nací para eso. Mi hermana me mira preocupada, y tiene razón, con su silencio lo dice todo: a mis veintidós años, no sé qué hacer con mi vida. Mis compañeros de colegio ya terminaron la carrera, algunos se casaron y otros trabajan prósperamente. ¿Yo? Sigo aquí. -Si supieras hablar inglés, te enviaría con mi madre a New York para que trabajes allá.- odio ese idioma, lo odio con toda mi alma, no sé cómo aprobé los cursos en la secundaria, solo sé que no pienso volver a estudiarlo. –Denme unos días, pensaré en mi vocación y veré si estudio algo o si me voy de la casa para trabajar.- los tres me miran confundidos, pero no lo están más que yo. No tengo idea de qué pensar o por dónde empezar en esta búsqueda.
Han pasado varios días, he buscado en internet varias profesiones, universidades e institutos, nada me convence, nada me llama la atención. Camino en círculos: tendré que irme de la casa y buscar algún trabajo. No queda de otra. No tengo vocación alguna. Mi habitación parece hacerse más y más pequeña, mis pensamientos me aturden, me mareo y caigo sobre mis rodillas, quiero llorar de impotencia más es imposible, mi orgullo no me lo permite. Siento algo cálido cerca a mis pies, es Heebum, me mira fijamente, como reprochándome mi derrota. –No sé qué hacer con mi vida.- le confieso a lo que me rasguña, asumo que tiene hambre, saco unas galletas de gato y se las doy, no obstante no se las come. -¿No tenías hambre? ¿Estás reprochando a papá por no tener vocación?- le pregunto a lo que se da media vuelta y camina hacia mi cama donde se echa. Más tarde, les diré que me voy de la casa para no ser una carga más. Asumo que esas dos arpías se pondrán muy felices.
-Buenos días, vengo a inscribir un alumno nuevo.- sonrió la mujer de rasgos extranjeros.- Es para mi hijo, el tiene un nivel muy bajo del idioma y como quiero enviarlo a mi país a estudiar quiero que se prepare bien con el idioma…- explicó a lo que la recepcionista empezó a sacar formularios.
-¿Usted es su tutora?- preguntó a lo que la mujer afirmó en silencio.- Bien, llene sus datos aquí. ¿Me permite sus fotografías? Una vez lleno en formulario camina hacia la sala de profesores para coordinar qué profesor será el encargado y los horarios disponibles, luego vuelve y le entrego el carnet.
-Gracias.- de seguro su especial hijo la asesinaría, pero estaba segura de que solo no iba a lograr nada, quería ayudarlo, pese a que no tenían una buena relación, quería hacer algo por ese chico tan confundido. Una vez en la sala de profesores conoció a varios, no obstante el único disponible en los horarios de la mañana era un joven apuesto y elegante. Tomó los horarios de ese joven, incluso lucía más joven que su hijo, de seguro se llevarían bien. Si le ponía un profesor mayor de seguro terminaría con problemas. Heechul no era precisamente, alguien muy educado.- Listo, tomaré los horarios del profesor Choi.- sonrió mientras recibía el carnet.
-Bien. Esperamos a su hijo a partir de mañana a las diez de la mañana, las clases son diarias y duran dos horas, debe traer un cuaderno y lápices, los libros y separatas se los entregarán en clase.
-Gracias.
Bruja maldita. Ha llegado con una sonrisa en los labios, ha gastado una fortuna inscribiéndome en ese estúpido cursos de inglés, mi padre me ha obligado a recibir los horarios y el carnet. Me han dicho que podré irme de la casa cuando acabe el estúpido curso. ¿Cuánto dura? Tres años. Los miro enojado. No quiero estudiar ese idioma tan feo y complicado. Pero no hay otra opción. Lo haré.
Continúa en...
Se encuentra muy interesante y me pregunto qué es lo que pasará con Heechul, siento que es como yo ya que estoy algo confundida sobre mi vocación.....gracias!!!!^^
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