Titulo: Deus
Fandom: Super Junior
Pareja: Siwon x Heechul
Clasificación: Angst/AU
Advertencia: Si no te gusta el yaoi (Chico x Chico) es mejor que no leas este serial. No copies este fanfic, si deseas compartirlo en otro lugar, pide permiso al autor y coloca los créditos correspondientes.
Nota Importante: Sí, sí, estoy al tanto de que nuestro querido Siwon es cristiano y que Heechul es ateo, pero no sé, me encantó la idea de jugar un poco con la fe. Algo que admiro en muchas personas y no denigro de forma alguna. OJO, pese a que no tengo religión alguna, respeto las creencias de todas las personas y no las juzgo; así como espero lo mismo a cambio. Es quizás por eso que decidí hacerlo en un contexto religioso ajeno del de Siwon para no herir susceptibilidades. Todo se desarrolla en un ambiente católico (están en un monasterio). Lo único real que he tomado de Siwon ha sido la frase: “Dios odia el pecado, pero ama a los pecadores. Todos nos equivocamos, no hay que preocuparse. Siempre nos amará.” Ya que justo ayer revisaba su Twitpic y la encontré y no sé, fue destino creo, porque iba perfecta con el contexto del Oneshot. Como siempre, no me odien por tener una mente tan turbia. Prometo escribir cosas más sanas y gracias infinitas a quienes leerán esto.
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DEUS
Retorcido, cínico y
fascinante.
…El placer al tener mis manos
alrededor de su cuello. La sonrisa al sentir que empiezo a romper la delgada
línea entre la vida y la muerte. Sus ojos al saber que la luz se le acaba.
El dolor se hace tan exquisito cuando
las endorfinas locas llenan tu cuerpo y hacen que la piel se estrangule entre
los deseos más profundos y oscuros. Dios te ha creado, con sus manos diseñó la
perfección hecha humana; y yo, con las mías, deseo destruirte.
Dulces sus labios al probar el pecado
en los míos. Pequeños, redondos y rojizos. Solo mi gran señor puede conocer el
deleite que sentí al malograr toda esa pureza. Al manchar su pálida y tersa
piel. Sólo él puede comprender la razón de su perdición y el motivo de mi locura.
Ansioso, torpe y tímido.
Su rostro cuando nos presentaron en
aquellos tiempos sin tiempo. Mi caminar al encontrarlo tan perfecto. Dios,
quien no se atrevió a permitirnos ver más allá de lo que éramos: dos hombres.
Su nombre significó poco y sus gestos
me envolvieron en la obsesión más sucia que pude experimentar a mis diecisiete
años. Mi sonrisa lo engañó; mis palabras, le hicieron creer que yo, era una
buena persona.
Los minutos se hacían rápidos cuando
nos encontrábamos fugazmente; las palabras, íntimas. Aquella mañana en la que
decidiste pecar y convertirme en lo que soy ahora, empecé a odiarte.
Miraste lentamente en mis ojos para
luego bajar las largas pestañas de forma coqueta y dibujar una sonrisa
lujuriosa en tus labios. Devolví el gesto, sabiéndome presa del sentimiento más
incongruente del mundo: el amor, y seguí caminando.
Pasaron unos días más, lentos,
aturdidos. El monasterio se hizo silencioso y aburrido. Nuestras miradas llenas
de pecado ya no se atrevían a cruzarse. Yo, a mis diecisiete años, era el
próximo sucesor. Tú, con tu fe, aspirabas muy alto. No obstante, el cielo
granate de una caricia nos hizo perder el juicio.
Suave, terso y dulce.
El viento que recorría el gran patio.
El sol de madrugada que nos envolvía en la privacidad absoluta. Tu piel al
acariciar mi rostro para secar mi sudor. Tus palabras fueron precisas, exactas
para liberar el animal que yo guardaba dentro. No contuve más mi cuerpo: yo
necesitaba tocarte y tú, parecías tan ansioso.
Me acerqué fugazmente a lo que su
cuerpo tembló y entre mis brazos se quedó prisionero. Besé tu mejilla
llamándote mi hermano, aún buscando justificar mi indebida exploración en tu
cuerpo. Tentación, la que tus labios pusieron en mi cordura cuando cerraste los
ojos al sentir mi aliento cerca a tu boca. Voraz, mis besos, a partir de ese
día.
Largas, sucias y herejes.
Nuestras miradas en la biblioteca
aquella solitaria mañana en la que éramos solo tú y yo. Nuestras caricias entre
estante y estante, tirando los libros de forma abrupta al paso de nuestros
cuerpos. Tus uñas al rasgar mi piel la primera vez que te hice mío. Porque ese
día, tu fe se hizo nada y mi pecado nos devoró.
Lánguidamente bajé aquel traje blanco
que solías usar, signo de tu pureza. Deslicé mis dedos sobre tu pálida piel y
la delineé aturdido: Eras la obra más hermosa de Dios. Tu cuerpo se estremeció
al sentir mis labios rojos abrirse paso entre besos y caricias. Yo besé cada
centímetro de tu cuerpo, sabiéndome dueño de la blasfemia más grande: tú ya no
le pertenecías; tú eras mío, ahora.
Susurraste mi nombre con los ojos
perdidos en el placer al sentirme dentro, te aferraste a mi espalda y juraste
amor eterno. Lloraste al sentirnos perdidos en una pasión tan mundana. Sequé
tus lágrimas odiándome, odiándote.
Vacía, impúdico y
tormentosa.
Tu mirada luego de aquel encuentro.
Tu cuerpo al menearse por los jardines, denotando nuestro pecado. Tu confesión,
ya no creías en Dios…
Me miraste con los ojos repletos en
lágrimas y buscaste un beso al verme tan enojado. -Él nos ha abandonado.-
suplicaste cayendo ante mis pies cuando me pediste que escapemos del
monasterio. ¿Escapar? ¿Dónde? Nadie puede escapar de sus pecados, mucho menos,
de la mirada de Dios.
-Dios odia el pecado, pero ama a los
pecadores. Todos nos equivocamos, no hay que preocuparse. Siempre nos amará.-
susurré cuando sus ojos se llenaron de pánico. Me acerqué lentamente sobre su
frágil cuerpo y deposité el mío. Sonrió nervioso y cerró los ojos esperando un
beso. Mas aquella caricia, nunca llegó. Coloqué mis manos alrededor de su
cuello y cuando notó que no era piel lo que buscaba abrió los ojos asustado.
Pequeñas, las lágrimas que
aparecieron en sus ojos cuando empezaba a agotarse el aire en su cuerpo. No
necesitó gritar, su mirada me cuestionaba todo, pero él ya sabía la respuesta. –Descuida,
Dios siempre nos amará.- susurré de forma retorcida y cínica mientras sus ojos
me eran arrebatados por la muerte de la forma más fascinante.
Retorcido, cínico y fascinante.
Mi deseo de librarnos de esta
pecaminosa tortura. Mi afán de buscar una salvación para él. La sensación que
se percibe al tener la vida y la muerte en tus propias manos. Camino en
círculos alrededor de la habitación en la que hace pocos minutos él paseaba.
Impuro, perfecto en su imperfección. Siendo, para mis ojos, la más hermosa obra
del Señor.
Retorcido, el crujido de las
sandalias de mi maestro, se acerca y con él, la condena de mis pecados. Pronto todo
acabará, pronto, mi querido. Te he convertido en mi víctima, en mi presa no
solo por nuestra locura, también porque he buscado hacer que ese ser de allá
arriba, te reciba a su lado.
Cínico, mi rostro al sonreírles a los
hombres de fe. Observan anonadados tu cuerpo inerte sobre la cama. Pareces
dormido, pero todos sabemos que esas marcas en tu cuello son marcas de mi
delito.
Fascinante, el castigo que recibiré
el resto de mi vida. Los canticos religiosos se escuchan a lo lejos desde este
frío lugar. Me alejaron de tu cuerpo y en silencio admití mi culpa. Esperaba la
muerte, no obstante mi castigo será más largo y doloroso. Tal vez, más
fascinante. Yo esperaré la muerte en esta celda, esperaré y día a día recordaré
ese desenfreno que me llevó a tomar tu vida. Día a día rezaré por tu alma,
Heechul.
FIN
No copies, si deseas compartirlo, consulta al autor. ©
ahhhhh O_____________________O
ResponderEliminarawesomeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Me encanto la historia fue WOW! amo estas tramas y lo sdfsdgfhgjkhsdhfjgkgfjkldel Sichul <3
jajaj Siwie se lo merecía T__T assdgshfgjdfhjdfhj y Chul aghdfjgdshfjkdfghfjkdfgj dios le amo ;///;
Se te echaba de menos :D que bueno que has regresado con más historias ^^
Un saludo!!
D8 mató a la chula!!! asldalkdjalksjdlas
ResponderEliminar;A; Siwi malo......
......animalote (!)
xD
Gracias por leer :D
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